El equilibrio de Juan
Había una vez un niño llamado Juan, a quien le encantaba jugar videojuegos en su consola de pley. Pasaba horas y horas sumergido en mundos virtuales, viviendo emocionantes aventuras y desafiando todo tipo de obstáculos.
Pero había algo que siempre lo hacía sentir un poco triste: sus amigos lo invitaban a jugar fulbito al parque, pero él prefería quedarse en casa jugando pley.
Un día, mientras Juan estaba concentrado jugando su juego favorito, escuchó una vocecita dentro de su cabeza que decía: "Juan, deberías ir a jugar fulbito con tus amigos". Al principio, Juan ignoró la voz y siguió jugando sin prestarle atención. Pero la vocecita se hizo más fuerte y persistente.
Finalmente, Juan pausó el juego y pensó por un momento. Sabía que si seguía rechazando las invitaciones de sus amigos para jugar fulbito, iba a perderse momentos divertidos y la oportunidad de hacer ejercicio al aire libre.
Además, se dio cuenta de que también podría conocer nuevos amigos durante los partidos. Decidido a cambiar su actitud, Juan salió corriendo hacia el parque donde solían reunirse sus amigos.
Al llegar allí, vio cómo todos estaban formados en equipos listos para comenzar el partido. "¡Ey! ¡Juan finalmente decidiste venir!", exclamó Pedro con una sonrisa amigable. "Sí", respondió Juan tímidamente. "Me di cuenta de que no quiero perderme más momentos divertidos".
Todos los niños le dieron la bienvenida con entusiasmo y comenzaron el partido. A pesar de no ser muy bueno en el fulbito, Juan se esforzó al máximo y disfrutó cada minuto del juego.
Aprendió a trabajar en equipo, a respetar las reglas y a celebrar los logros de sus compañeros.
Después del partido, mientras descansaban bajo un árbol, Pedro le preguntó a Juan:"¿Qué te hizo cambiar de opinión sobre jugar fulbito?"Juan reflexionó por un momento antes de responder:"Me di cuenta de que estar todo el tiempo jugando pley no me hace sentir tan feliz como pasar tiempo con ustedes y disfrutar del aire libre". Sus amigos asintieron comprensivamente y le dijeron lo contentos que estaban de tenerlo allí.
Desde ese día, Juan aprendió a balancear su pasión por los videojuegos con otras actividades. Descubrió que podía disfrutar tanto del mundo virtual como del mundo real.
Ahora, siempre se aseguraba de reservar tiempo para jugar fulbito con sus amigos y también para seguir explorando emocionantes aventuras en su consola de pley. La historia de Juan nos enseña la importancia de equilibrar nuestras actividades e intereses. No hay nada malo en disfrutar los videojuegos, pero también es importante socializar, hacer ejercicio y experimentar nuevas cosas.
El equilibrio nos permite crecer como personas y aprovechar al máximo todas las oportunidades que la vida nos ofrece.
FIN.