El equilibrio de la amistad


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, vivía Juliana Hollman, una niña de 10 años con un corazón tan grande que siempre buscaba la forma de ayudar a los demás.

Desde muy pequeña, Juliana había aprendido el valor de la empatía y la solidaridad gracias a sus padres, quienes eran médicos y siempre se preocupaban por el bienestar de los demás.

Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo, Juliana encontró a Lucas, un niño triste y solitario que no tenía amigos.

Sin pensarlo dos veces, Juliana se acercó a él y le preguntó:- Hola Lucas ¿qué te pasa? ¿Por qué estás tan triste? Lucas miró a Juliana con sorpresa y respondió:- Es que nadie quiere jugar conmigo. Siempre me siento solo. Juliana sintió mucha pena por Lucas e inmediatamente decidió hacer algo al respecto. - No te preocupes Lucas, yo seré tu amiga. Jugaremos juntos todos los días.

Desde ese día, Juliana y Lucas se volvieron inseparables. Juntos iban al colegio, compartían meriendas e incluso inventaron juegos nuevos para divertirse en el parque. La amistad entre ellos crecía cada día más fuerte.

Pero un día todo cambió cuando llegó una nueva niña al colegio llamada Valentina. Era tímida y no conocía a nadie en Villa Esperanza. Al verla sola en un rincón del patio durante el recreo, Juliana decidió acercarse.

- ¡Hola! Soy Juliana ¿Cómo te llamas? Valentina levantó la cabeza y respondió tímidamente:- Hola, soy Valentina. Desde ese día, Juliana se convirtió en la amiga de Valentina. Juntas pasaban tiempo en el parque, compartían secretos y se apoyaban mutuamente.

Pero esto generó un problema: Lucas se sentía excluido y celoso de que Juliana ya no le prestara tanta atención como antes.

Un día, mientras los tres estaban jugando en el parque, Lucas explotó de ira y les gritó a las niñas:- ¡Ya no quiero ser su amigo! Ustedes dos siempre están juntas y me siento solo. Juliana miró triste a Lucas y comprendió que había descuidado su amistad.

Entendió que era importante encontrar un equilibrio entre sus amigos para no hacer sentir mal a ninguno. - Lo siento mucho, Lucas. No quería hacerte sentir así. Prometo dedicarle tiempo a nuestra amistad también. Lucas reflexionó sobre lo ocurrido y decidió perdonar a Juliana. - Está bien, Juliana.

Pero prométanme que nunca dejarán de ser mis amigos. Así fue como los tres amigos aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de la empatía y la solidaridad.

A partir de ese momento, siempre buscaron incluir a otros niños solitarios en sus juegos para asegurarse de que nadie se sintiera excluido. Juliana Hollman se convirtió en una verdadera heroína del pueblo al demostrar cómo ayudar a los demás con empatía y generosidad puede marcar una gran diferencia en la vida de las personas.

Y desde aquel día, Villa Esperanza se llenó de niños felices, todos unidos por la amistad y el cariño que Juliana les había enseñado.

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