El equilibrio de las emociones


Había una vez un pequeño pueblo llamado Emociolandia, donde todas las emociones vivían en armonía. Pero un día, algo extraño sucedió. Las emociones comenzaron a desaparecer una por una sin dejar rastro.

La primera en desaparecer fue la alegría. Todos en el pueblo se sentían tristes y abatidos sin su presencia. Los niños dejaron de reír y jugar, y los adultos perdieron la motivación para hacer las cosas que amaban.

"¡Oh no! ¿Dónde está la alegría? Sin ella, nuestro pueblo está oscuro y triste", exclamó Calma con preocupación. Tristeza, quien siempre estaba presente cuando alguien necesitaba consuelo, decidió emprender un viaje para encontrar a la alegría.

Caminó por senderos empolvados y montañas nevadas durante días hasta que finalmente llegó a una cueva oscura. "¿Hola? ¿Hay alguien ahí?", preguntó Tristeza tímidamente.

De repente, una voz resonante respondió desde lo más profundo de la cueva: "Soy Rabia, ¿qué quieres?"Tristeza explicó su misión y le pidió ayuda a Rabia para encontrar a la alegría. Rabia aceptó ayudarla porque sabía que el pueblo no podía prosperar sin todas las emociones presentes. Mientras tanto, Amor estaba recorriendo el bosque en busca de pistas sobre las desapariciones.

De repente, vio destellos brillantes entre los árboles y siguió el brillo hasta llegar al lago azul cristalino del Bosque Encantado. "¿Qué es esto? ¡Son lágrimas de alegría!", exclamó Amor emocionado.

Amor sabía que las lágrimas de alegría solo podían ser provocadas por la presencia de Tristeza. Siguió el rastro de las lágrimas hasta encontrar a Tristeza y Rabia trabajando juntas para encontrar a la alegría.

Los tres se unieron y continuaron su búsqueda, siguiendo pistas y preguntando a los habitantes del pueblo si habían visto algo sospechoso. Finalmente, descubrieron que Calma había estado detrás de las desapariciones. "¡No puedo creerlo! ¿Por qué Calma querría hacer algo así?", dijo Amor sorprendido.

Después de una larga conversación con Calma, descubrieron que estaba celosa porque todas las demás emociones eran más expresivas y llamativas que ella. Se sentía ignorada y pensaba que si eliminaba a las otras emociones, todos prestarían atención solo a ella.

Las cuatro emociones restantes convencieron a Calma de que cada emoción era importante en su propio camino y juntas creaban un equilibrio en el pueblo. Prometieron incluir más momentos de calma en sus vidas diarias para darle importancia también a esa emoción.

Con la reconciliación entre todas las emociones, regresaron al pueblo donde fueron recibidos con abrazos y sonrisas. La alegría volvió al corazón de Emociolandia, pero esta vez acompañada por la calma, el amor, la tristeza y la rabia.

Desde ese día, Emociolandia prosperó como nunca antes lo había hecho. Los niños volvieron a reír y jugar, los adultos encontraron la motivación para perseguir sus sueños y todos aprendieron a valorar cada emoción en su justa medida.

Y así, Emociolandia se convirtió en un lugar donde todas las emociones coexistían en armonía, recordándonos que no podemos tener alegría sin tristeza, amor sin rabia y calma sin desafíos.

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