El equilibrio de los colores



Había una vez en la ciudad de Colores, un lugar mágico donde todas las emociones vivían en armonía.

En esta ciudad se celebraba cada año el gran desfile de las emociones, donde los habitantes desfilaban con trajes coloridos que representaban sus sentimientos. Mario era un niño curioso y valiente que siempre había soñado con participar en el desfile.

Había visto a su hermana mayor desfilar representando la alegría, a su papá como la calma y a su mamá como el amor. Mario quería encontrar cuál sería su emoción para poder desfilar también. Un día, mientras paseaba por el parque de las emociones, Mario vio a un grupo de niños que se reían y jugaban juntos.

Se acercó y les preguntó qué emoción estaban representando. "Nosotros somos la diversión", le dijo uno de los niños con una sonrisa. Mario sintió cómo algo dentro de él se iluminaba.

Decidió buscar al organizador del desfile, el señor Corazón, para contarle sobre su descubrimiento. "Señor Corazón, yo quiero representar la diversión en el desfile", le dijo Mario con determinación. El señor Corazón lo miró con sorpresa pero luego asintió con una sonrisa.

Llegó el día del gran desfile y las calles se llenaron de colores y música. Mario estaba nervioso pero emocionado por mostrar al mundo su emoción: la diversión.

Cuando llegó su turno de desfilar, salió a la calle bailando y saltando, contagiando a todos con su alegría. Pero justo cuando pensaba que todo iba perfecto, una nube oscura apareció sobre él y comenzó a sentirse tristeza en lugar de diversión.

No entendía qué pasaba, hasta que recordó algo importante: todas las emociones podían contraerse si no se equilibraban adecuadamente. Con valentía, Mario decidió enfrentar esa tristeza bailando aún más fuerte y haciendo reír a los espectadores.

Poco a poco, la nube oscura se disipó y volvió a sentir la verdadera diversión en su corazón. Al final del desfile, el señor Corazón felicitó a Mario por su valentía y le explicó que todas las emociones eran importantes en la vida, pero debían mantenerse equilibradas para vivir en armonía.

Desde ese día en adelante, Mario siguió siendo un niño curioso pero ahora también sabio sobre las emociones. Siempre recordaba aquella experiencia en el desfile como un recordatorio de que todas las emociones podían contraerse si no se manejaban adecuadamente.

Y así fue como Mario aprendió una lección importante aquel día: ser consciente de sus emociones para poder vivir felizmente en Colores junto al resto de sus amigos emocionales.

FIN.

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