El Equilibrio de Mateo
Había una vez en la provincia de Santiago del Estero, Argentina, un niño llamado Mateo. Mateo vivía con su mamá y sus tres hermanos en una pequeña casa cerca del campo.
La familia de Mateo pasaba por momentos difíciles económicamente, ya que su papá había perdido su trabajo. Un día, mientras Mateo caminaba hacia la escuela, se encontró con Don Pedro, el dueño de una granja cercana.
Don Pedro siempre había sido amable con Mateo y sabía acerca de las dificultades económicas de su familia. "-¡Hola Mateo! ¿Cómo estás hoy?", saludó Don Pedro. "-Hola Don Pedro, bien gracias", respondió tímidamente Mateo.
Don Pedro notó que algo no andaba bien y le preguntó a Mateo qué le pasaba. "-Bueno... es que últimamente he tenido que ayudar a mi mamá con el trabajo en casa porque no tenemos mucho dinero", explicó tristemente Mateo.
Don Pedro comprendió la situación difícil por la que pasaba la familia de Mateo y decidió ayudarlo. Le ofreció a Mateo trabajar en su granja después del colegio para ganar un poco de dinero extra. Mateo aceptó felizmente la oferta y comenzó a trabajar duro todos los días después del colegio.
Ayudaba a alimentar a los animales, limpiaba los corrales y aprendía todo lo relacionado con el cuidado de las plantas y cultivos.
Aunque estaba contento por poder ayudar a su familia económicamente, también empezó a notar que cada vez tenía menos tiempo para estudiar y hacer sus tareas escolares. Un día mientras trabajaba en la granja junto a Don Pedro, Mateo le confesó su preocupación.
"-Don Pedro, me encanta trabajar aquí y poder ayudar a mi familia, pero cada vez tengo menos tiempo para estudiar y eso está afectando mis notas en la escuela". Don Pedro se detuvo un momento y miró a Mateo con una sonrisa comprensiva.
"-Mateo, es admirable que quieras ayudar a tu familia, pero también es importante que sigas estudiando. La educación es fundamental para tu futuro", dijo Don Pedro. Mateo asintió con tristeza porque no sabía cómo resolver ese dilema.
Al día siguiente, cuando llegó a la escuela, se encontró con su maestra, la señorita Laura. Ella notó el rostro preocupado de Mateo y le preguntó qué le pasaba.
"-Señorita Laura, quiero ayudar a mi familia trabajando en la granja de Don Pedro después del colegio, pero eso me deja muy poco tiempo para estudiar", explicó Mateo desanimado. La señorita Laura reflexionó por un momento y luego sonrió con una idea en mente. "-Mateo, entiendo lo difícil que debe ser para ti tener tantas responsabilidades.
Pero recuerda que siempre hay soluciones si estamos dispuestos a buscarlas juntos", dijo la señorita Laura animadamente. La señorita Laura decidió hablar tanto con Don Pedro como con los demás maestros de la escuela sobre el caso de Mateo.
Entre todos acordaron establecer un horario especial para él: podía trabajar en la granja solo tres días a la semana después del colegio y los otros dos días tendría tiempo exclusivo para estudiar y hacer sus tareas escolares.
Con este nuevo acuerdo establecido, Mateo se sintió aliviado y agradecido. Ahora tenía tiempo suficiente para ayudar a su familia y también para concentrarse en su educación. Los meses pasaron y Mateo comenzó a notar mejoras tanto en su rendimiento escolar como en la economía de su familia.
Sus notas mejoraron significativamente y eso le dio más confianza en sí mismo. Además, Don Pedro estaba muy contento con el trabajo que realizaba Mateo en la granja.
Al final del año escolar, Mateo recibió una sorpresa especial: fue galardonado con el premio al "Estudiante más esforzado". Todos estaban orgullosos de él, especialmente su mamá y sus hermanos. La historia de Mateo nos enseña que siempre hay soluciones si estamos dispuestos a buscarlas juntos.
A veces, es necesario hacer sacrificios para ayudar a nuestras familias, pero nunca debemos olvidar la importancia de la educación, ya que será nuestra guía hacia un futuro mejor.
FIN.