El equilibrio de Oliver y Gustavo


Había una vez una hermosa finca en el campo, llena de árboles frondosos y coloridos. Entre ellos se encontraba un majestuoso encino llamado Oliver, que era conocido por ser el más sabio y fuerte de todos.

Un día soleado, mientras Oliver disfrutaba del cálido sol acariciando sus hojas, notó algo extraño en su tronco. Era un pequeño escarabajo verde con manchas doradas que se movía rápidamente de un lado a otro.

Oliver, curioso por naturaleza, decidió acercarse al escarabajo para conocerlo mejor. -¡Hola! ¿Qué haces aquí? -preguntó amablemente. El escarabajo levantó la cabeza sorprendido y respondió: -¡Hola! Soy Gustavo, y estoy buscando comida deliciosa. ¡Soy muy goloso! Oliver sonrió y le dijo: -Me alegra conocerte, Gustavo.

Pero debes tener cuidado con lo que comes aquí en la finca. No todos los alimentos son buenos para ti o para los demás árboles.

Gustavo pareció confundido y preguntó: -¿A qué te refieres? Oliver explicó pacientemente: -Verás, algunos insectos pueden dañarnos a nosotros los árboles si comen demasiado de nuestras hojas o nos infectan con enfermedades. Es importante mantener un equilibrio en nuestro ecosistema.

Gustavo reflexionó sobre las palabras de Oliver y comprendió que no podía simplemente comer sin pensar en las consecuencias para los demás seres vivos. Desde ese día, Gustavo comenzó a investigar más sobre qué podía comer y qué no.

Descubrió que había muchos árboles frutales en la finca, como manzanos, perales y cerezos, que ofrecían deliciosas frutas para su paladar goloso. Sin embargo, también aprendió a respetar los árboles más grandes y fuertes como Oliver, evitando comer sus hojas o dañarlos de alguna manera.

Con el tiempo, Gustavo se convirtió en un escarabajo sabio y responsable. Compartió sus conocimientos con otros insectos de la finca y juntos encontraron una forma de vivir en armonía con los árboles.

Oliver estaba orgulloso de Gustavo por haber aprendido tan rápido y ser consciente del impacto que tenía en su entorno. Juntos crearon un ambiente equilibrado donde todos los seres vivos podían coexistir felices.

Y así, gracias a la amistad entre Oliver y Gustavo, la finca se convirtió en un lugar maravilloso donde cada árbol crecía sano y hermoso sin temor a ser dañado por insectos golosos. La lección que dejó esta historia es que debemos ser responsables con nuestras acciones y pensar cómo pueden afectar a los demás.

Aprendamos a cuidar nuestro entorno para disfrutar de una vida llena de armonía.

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