El equipo de Emma


Emma era una niña de 8 años que amaba jugar al basket. Era su deporte favorito y siempre se esforzaba por ser la mejor en el campo.

Vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, donde todos se conocían y se ayudaban mutuamente. Un día, mientras Emma jugaba con sus amigos en el campo de basket, llegó un nuevo chico al pueblo. Se llamaba Lucas y era muy tímido.

Tenía dificultades para hacer amigos y no sabía cómo jugar al basket. Emma lo notó de inmediato y decidió acercarse a él. "Hola, soy Emma", dijo sonriente. "¿Quieres jugar con nosotros? Te enseñaremos cómo se juega".

Lucas asintió tímidamente y Emma le explicó las reglas del juego mientras los demás niños comenzaron a pasarle la pelota. Al principio Lucas fallaba mucho, pero poco a poco fue mejorando gracias a los consejos de Emma.

Pasaron las semanas y Lucas seguía jugando con ellos cada vez que podía. Pero un día, cuando ya era casi invierno, una gran tormenta azotó el pueblo dejando todo cubierto por nieve durante varios días.

Los niños no pudieron salir de casa para jugar al basket debido a la gruesa capa de nieve que había cubierto el campo. Emma estaba triste porque extrañaba jugar con sus amigos. Pero entonces tuvo una idea: "¡Podemos construir nuestro propio campo dentro de casa!", exclamó emocionada.

Los demás niños estuvieron entusiasmados con la idea e iniciaron la construcción del mini campo dentro del salón principal de la casa de Emma. Usaron sillas como postes y una pelota de tenis para jugar.

El juego comenzó y la diversión no se hizo esperar. Emma, Lucas y los demás niños reían y jugaban como si estuvieran en el campo real. Pero entonces, ocurrió algo inesperado.

La pelota de tenis golpeó un jarrón que estaba sobre una mesa cercana y lo rompió en mil pedazos. Todos se quedaron quietos por un momento, asustados por lo que había pasado. Pero Emma tomó el control de la situación: "No pasa nada", dijo sonriente. "Vamos a limpiarlo juntos".

Los demás niños la imitaron y todos trabajaron juntos para reagarrar los pedazos del jarrón roto. Emma les enseñó que era importante asumir responsabilidad por nuestras acciones y trabajar juntos para solucionar los problemas.

Desde ese día, Emma se convirtió en la líder del grupo. Los demás niños confiaban en ella y siempre seguían sus consejos.

Y así fue como aprendieron que jugar al basket no sólo era divertido sino también educativo, ya que les enseñaba valores importantes como el trabajo en equipo, la amistad y la responsabilidad. A partir de ese día, nunca más dejaron de jugar al basket ni de ayudarse mutuamente cuando surgía algún problema.

Y gracias a Emma, aprendieron que ser feliz no sólo depende de uno mismo sino también de compartir esa felicidad con los demás.

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