El Equipo de Ignacio
Era un día soleado en el barrio de La Esperanza, y los chicos del lugar estaban emocionados. Tenían un gran partido de fútbol programado en la plaza. Ignacio, un chico rápido y hábil con el balón, era el capitán del equipo Los Tigres.
"Hoy vamos a ganar, ¡estoy seguro!" - gritó Ignacio mientras se acomodaba la camiseta con el número 10, su favorito.
"¡Sí, Ignacio! Vamos a demostrarles quiénes son los mejores!" - respondieron sus amigos, todos llenos de energía.
El partido comenzó. Con pases precisos y un juego en equipo, los Tigres estaban dominando a sus oponentes. Ignacio, con su gran habilidad, había marcado un gol y todo el mundo lo aplaudía. Pero, a pocos minutos de terminar el primer tiempo, ocurrió lo inesperado. Ignacio, en una jugada arriesgada, se lanzó a patinar el balón. Justo en ese momento, su pie se torció, y cayó al suelo, gritando de dolor.
"¡Ignacio! ¿Estás bien?" - gritaron sus amigos al unísono.
Los chicos se reunieron alrededor de él, preocupados. Ignacio no pudo levantarse.
"Me duele... no creo que pueda seguir jugando..." - dijo Ignacio entre lágrimas.
Los chicos se miraron entre sí. Sabían que su amigo necesitaba ayuda, pero también había un partido que ganar. Uno de ellos, Mateo, tomó la iniciativa.
"No podemos seguir sin Ignacio. Necesitamos ayudarlo primero" - dijo.
"Sí, es nuestro capitán. ¡Eso es más importante que ganar!" - agregó Valentina, decidida.
Los demás asintieron y juntos, con cuidado, levantaron a Ignacio.
"Llevémoslo a su casa, seguro su mamá lo va a ayudar" - sugirió Lucia. Así que, mientras uno sostenía el brazo de Ignacio, los demás organizaron una cadena humana para cuidarlo y apoyarlo.
Cuando llegaron a la casa de Ignacio, su mamá salió rápido.
"¿Qué pasó, chicos?" - preguntó muy preocupada.
"Se lastimó jugando al fútbol, necesitamos su ayuda" - dijo Mateo.
La mamá de Ignacio lo examinó, y después de asegurarse de que no era nada grave, les dijo.
"Lo mejor es que descanse un rato. Pero hoy a la tarde tiene que venir un médico a revisarlo. De momento, lo que más necesita es compañía".
Los chicos sintieron un alivio, pero también sabían que tenían que hacer algo más. Entonces Valentina tuvo una idea.
"¿Y si hacemos una videollamada con todos los chicos del barrio para que lo animen?"
Todos se entusiasmaron y comenzaron a planear la llamada.
Esa tarde, Ignacio estaba en su cama, con una pierna vendada, cuando sus amigos comenzaron a llegar uno a uno. Armaron un círculo alrededor de su cama y desde su tablet, comenzaron la videollamada.
"¡Ignacio, estamos todos aquí para hacerte compañía!" - dijeron en un coro.
Ignacio sonrió, sintiéndose querido.
"¡Gracias, chicos! No puedo creer que hicieron esto" - dijo emocionado.
"Mientras te recuperas, somos Los Tigres, pero en vez de jugar, te vamos a traer historias y juegos divertidos" - espetó Mateo, mientras se acomodaban todos en el piso.
Los chicos pasaron horas contando chistes, jugando juegos de palabras e incluso cantando canciones. Todos estaban tan felices, que Ignacio empezó a olvidar el dolor en su pie, sintiéndose parte de un gran equipo, aunque no estuviera jugando.
En la semana siguiente, Ignacio mejoró. Sus amigos lo visitaban a diario.
"Te necesitamos en el siguiente partido, Ignacio. ¡Eres nuestro capitán!" - le dijeron al unísono.
Ignacio les agradeció y, ya con su yeso, pensó en cómo podría ayudar a su equipo a estar listo para el siguiente desafío.
Cuando llegó el día del partido siguiente, Ignacio, aunque no podía jugar, se sentó en una silla junto a la cancha y alentó a su equipo.
"¡Vamos, chicos! ¡Ustedes pueden!" - gritó, mientras todos lo miraban con admiración.
Los Tigres dieron lo mejor de sí y terminaron ganando el partido. Al final, todos fueron a abrazar a Ignacio y lo levantaron en triunfo.
"Esta victoria es para vos, capitán!" - gritaron.
Ese día, Ignacio aprendió que ser parte de un equipo no solo significaba jugar en el campo. La verdadera solidaridad se vio en la amistad y el apoyo que recibió de su grupo.
Desde ese día en adelante, Ignacio nunca olvidó la importancia de estar ahí para los demás, ya sea en los buenos o en los malos momentos, porque juntos, eran un verdadero equipo.
FIN.