El equipo de la amistad
En un barrio tranquilo y colorido, vivían tres amigos inseparables: Juanito, Martín y Sofía. Les encantaba jugar al fútbol juntos en la plaza del barrio todas las tardes después de la escuela.
Un día, mientras pateaban la pelota en la cancha improvisada de tierra, vieron a lo lejos a un grupo de niños más pequeños mirándolos con admiración. Se acercaron tímidamente y les preguntaron si podían unirse al partido.
Juanito, el más grande y líder del grupo, sonrió y dijo: "¡Claro que sí! Todos son bienvenidos a jugar con nosotros". Los niños más chicos se emocionaron y rápidamente formaron dos equipos para comenzar el partido. El equipo de Juanito, Martín y Sofía era imbatible.
Con su experiencia y habilidad en el juego, anotaban gol tras gol sin dar oportunidad al otro equipo. Pero algo inesperado sucedió cuando uno de los niños más pequeños del otro equipo se acercó llorando a Juanito.
"¿Qué te pasa?", preguntó preocupado Juanito. "Es que nunca he jugado fútbol antes y siento que soy muy malo", respondió el niño entre sollozos.
Juanito se agachó frente al niño y le dijo con una sonrisa reconfortante: "No te preocupes, lo importante es divertirse jugando. Te enseñaré algunos trucos para que mejores tu técnica". Así fue como Juanito dedicó tiempo a enseñarle al niño cómo controlar la pelota, pasarla con precisión y disparar a portería.
El resto de los niños seguían jugando mientras observaban la escena con curiosidad. Con el apoyo de Juanito, el niño empezó a ganar confianza en sí mismo.
Pronto estaba corriendo por la cancha como todo un experto e incluso logró anotar un gol para su equipo. Todos los presentes estallaron en aplausos y vítores por su logro. Al final del partido, los niños se despidieron felices y agradecidos por la experiencia compartida.
El niño que había aprendido tanto ese día se acercó a Juanito para darle las gracias con una gran sonrisa en su rostro. "Gracias por enseñarme a jugar mejor", dijo el niño emocionado. "De nada", respondió humildemente Juanito.
"Recuerda siempre que lo importante no es ser el mejor jugador, sino disfrutar cada momento que pasas en la cancha junto a tus amigos".
Y así, entre risas y abrazos, los niños comprendieron que no importa cuán buenos sean en algo; lo realmente valioso es compartir sus habilidades con otros para hacer del mundo un lugar más amable y solidario donde todos tengan oportunidad de brillar como verdaderas estrellas.
FIN.