El Equipo de los Sueños
Era un hermoso lunes en el pequeño pueblo de Las Flores. La brisa suave acariciaba el campo y el sol brillaba en todo su esplendor. Un grupo de amigos, entre ellos había un gato llamado Sangre, un perro llamado Pepe y una niña llamada Samanta, se reunieron en el centro del pueblo. Samanta, con su playera de fútbol, siempre lista para jugar, dijo entusiasmada:
"¡Chicos! ¿Quieren armar un partido hoy?"
Pepe movió la cola, decidido a jugar al fútbol. Sangre, con su pelaje oscuro, se estiró y añadió:
"Pero esta vez, dejemos que los que no juegan fútbol tengan su oportunidad. Podemos jugar voleibol también."
Así que decidieron dividirse en dos equipos. Aarón, otro amigo del grupo, sería el árbitro. Todos estaban emocionados, especialmente cuando se dieron cuenta de que el equipo rival incluía a una chiquita nueva, Marí, que había llegado al pueblo hace poco y no tenía muchos amigos.
"¡Vamos a hacer sentir bienvenida a Marí!" propuso Samanta.
Marí sonrió, un poco nerviosa, mientras se unía al equipo de los amigos. El primer juego fue de fútbol. Mientras el balón rodaba por el césped, sangraba el alma de cada jugador en la competencia. Con goles maravillosos, pero también se extraviaron algunos debido a la emoción.
Al terminar el partido, todos fueron a la sombra de un gran árbol, donde había un montón de zacate verde, y se sentaron a descansar. Pepe trajo una botella de agua y un vaso para compartir.
"¡Chicos, esto es genial! Pero creo que necesitamos más energía. ¿Por qué no comemos un poco de aguacate? ¡Es saludable!" dijo Aarón.
Así que, entre risas, cortaron un aguacate y disfrutaron de su merienda. Luego de un rato de descanso, Samanta recordó que tenías que aprovechar al máximo la oportunidad para conocer a Marí.
"Marí, ¿qué te gusta hacer?" le preguntó Samanta.
Marí, con un brillo en los ojos, contestó:
"Me encanta el voleibol. En mi viejo pueblo lo jugaba con mis amigos todos los días."
Emocionados por la idea, todos decidieron hacer un segundo juego, esta vez de voleibol, donde todos podrían participar. Al principio hubo algunas caídas y risas, pero poco a poco fueron mejorando. Marí, que era bastante buena en el voleibol, se convirtió en la estrella del equipo, y todos comenzaron a animarla.
"¡Vamos Marí, dale!" gritaban todos juntos.
Pero, en un giro inesperado, Sangre, brincando para alcanzar el balón, cayó sobre el pecho de Aarón, que se había olvidado de moverse. Así, de la nada, terminaron todos en el suelo, riendo y rodando por el zacate.
"¡Es una pileta de alegría!" dijo Pepe mientras intentaba levantarse, sin éxito.
"¡Se nos va a ir el juego! ¡A levantarse!" exclamó Samanta, riendo.
Finalmente, el cielo se tornó de un color naranja, indicándoles que el sol comenzaba a ocultarse. De vuelta en el centro del pueblo, todos se despidieron, con el corazón contento y una nueva amistad en el aire.
"Nos vemos mañana para jugar de nuevo, ¡no falta nadie!", dijo Samanta.
El grupo se separó, y mientras cada uno se dirigía a su casa, Marí se sintió agradecida. Había hecho amigos en su nuevo hogar, había jugado al fútbol y voleibol, y había compartido risas. Mientras se recostaba en su cama, con su collar de perlas brillando en la luz de la luna, no podía esperar a volver al campo para jugar nuevamente. En su corazón estaba claro que en Las Flores, había encontrado su lugar.
Y así, con un espíritu lleno de alegría y amistad, los amigos aprendieron la valiosa lección de que lo más importante no era ganarle a los demás, sino disfrutar el juego y compartir momentos especiales juntos.
FIN.