El Equipo del Corazón



En la Escuela Primaria del Barrio Alegre, había un grupo de amigos conocido como el Equipo de los Sueños. Estaba formado por Luca, un niño inquieto y soñador; Ana, una artista llena de color; Mateo, un jugador de fútbol apasionado; y Sofía, la chica nueva que tenía una discapacidad que la hacía moverse en silla de ruedas.

Un día, en el recreo, un grupo de compañeros comenzó a reírse de Sofía.

"Mirá a la chica de la silla, ¡no puede correr como nosotros!" - dijo Max, uno de los chicos que siempre se creía el más popular.

Luca se sintió incómodo al oír eso y miró a Sofía, quien sonreía a pesar de las burlas. Entre sus amigos, Ana se armó de valor y dijo:

"¡Eso no se hace, Max! Sofía es increíble en sus propias formas. A veces, se nos olvida que todos somos diferentes."

Mateo, que estaba preparando su próximo partido, se acercó a defenderla.

"Además, ¡Sofía sabe mucho sobre estrategias de fútbol! Podría ser nuestra entrenadora para tener una jugada increíble."

Max se quedó callado, mordiéndose el labio, pero sus amigos lo animaron a seguir.

"Miguel, vení, jugá un rato con nosotras. Así aprendés de la mejor entrenadora de fútbol de la que podamos tener!" - dijo Ana, guiñando un ojo a Sofía.

El día siguió con un giro inesperado porque, en lugar de alejarse, Sofía tomó su celular y comenzó a grabar.

"Chicos, le voy a mostrar a la escuela que podemos jugar de manera diferente. Vamos a hacer un equipo inclusivo, el Equipo del Corazón.¡Vamos juntos!" - exclamó con alegría.

Max, sintiéndose copado por el entusiasmo del grupo, se acercó lentamente a Sofía.

"¿Te gustaría que te empujara? Así podemos jugar todos juntos.”

Sofía sonrió de oreja a oreja.

"¡Me encantaría! Vamos, unámonos. Juntos podemos hacer un gran equipo."

Mientras el resto de los compañeros de clase miraban con curiosidad, Luca, Ana, Mateo y Sofía se lanzaron a un juego improvisado de futbol. No era como los partidos tradicionales, pero estaban divirtiéndose a carcajadas. Sofía, usando su silla, era un verdadero desafío para el equipo rival, mientras Max se convertía en su fiel compañero.

Durante el juego, otros chicos comenzaron a acercarse.

"¿Puedo unirme?" - preguntó Lara, una compañera que solía reírse de Sofía.

Sofía le respondió:

"Por supuesto, ¡cuantos más seamos, más divertido será!"

A medida que el sol iba bajando, llegó un momento crucial. El equipo contrario estaba por anotar un gol cuando Sofía se lanzó a interceptar la pelota.

"¡Sofía, ¡cuidado!" - gritó Mateo. Pero ella fue ágil y logró detener la pelota.

Esa jugada cambió todo. La alegría y el compañerismo brotaron en el aire.

Al final del día, todos estaban cansados pero felices. Max se acercó a Sofía.

"Lo siento, Sofía. Antes no entendía lo mucho que podías aportar. Me gustaría que seamos amigos y aprender de vos."

"Claro, Max. Después de todo, todos tenemos algo especial para dar."

Así, el Equipo del Corazón se creó y no solo trabajaba la inclusión, sino que también enseñaba a cada compañero que el verdadero valor radica en la amistad, el respeto y el apoyo. Desde aquel día, su lema se volvió: "Jugar es mucho mejor cuando jugamos juntos".

En la ceremonia de fin de año, todos se juntaron para presentar lo que habían aprendido sobre el trabajo en equipo y la importancia de dar lugar a todos, sin importar las diferencias. El eslogan del Equipo del Corazón resonó fuerte en la escuela, y Sofía, junto a sus amigos, vio cómo las risas y los juegos se multiplicaban, dejando atrás las burlas y el bullying.

La empatía se volvió la nueva moda en la Escuela Primaria del Barrio Alegre, donde todos comprendieron que, al final, todos somos parte de un mismo equipo.

FIN.

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