El Erizo Arcoíris
Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, un erizo muy especial. Este erizo no era como los demás, pues su pelaje era tan brillante y colorido como un arcoíris.
Todos en el pueblo se maravillaban al verlo pasar, pero nadie sabía cómo había adquirido esos colores tan hermosos. El erizo vivía en una casa abandonada cerca del bosque.
Allí tenía todas las comodidades que necesitaba: una acogedora madriguera llena de hojas secas y ramitas para dormir, y un jardín lleno de frutas deliciosas que recolectaba cada día. Un día soleado, mientras el erizo jugaba entre las flores de su jardín, notó algo extraño. Había una pequeña abeja perdida volando a su alrededor.
-¡Hola! ¿Estás perdida? -preguntó el erizo con amabilidad. -Sí, estoy muy confundida. Me separé de mi colmena y ahora no sé cómo volver -dijo la abeja tristemente. El erizo sintió compasión por la abeja y decidió ayudarla.
Juntos buscaron pistas para encontrar la colmena. Caminaron por el bosque durante horas hasta que finalmente encontraron a unas avispas construyendo un nido en lo alto de un árbol. -¡Eso es! ¡Mi hogar está allá arriba! -exclamó emocionada la abeja.
Sin embargo, las avispas no estaban dispuestas a dejar entrar a una abeja desconocida en su nido. Intentaron ahuyentarla con sus aguijones venenosos. El erizo, valiente y decidido, se interpuso entre la abeja y las avispas.
-¡Deténganse! No pueden hacerle daño a esta amiga mía. Ella está perdida y solo intenta encontrar su hogar -dijo el erizo con firmeza. Las avispas se quedaron sorprendidas por la valentía del erizo y decidieron escuchar su historia.
Después de escucharla, decidieron ayudar a la abeja a regresar a su colmena. La abeja estaba tan agradecida que decidió recompensar al erizo de alguna manera. Decidió compartir con él un poco de polen mágico que tenía en su mochila.
-¡Este polen mágico hará que tus espinas brillen aún más! -dijo emocionada la abeja. El erizo aceptó el regalo con alegría y se frotó las espinas con el polen mágico.
De repente, todas sus espinas comenzaron a brillar intensamente en diferentes colores, creando un espectáculo deslumbrante. Desde ese día, el erizo arcoíris se convirtió en una atracción turística para el pueblo. Niños y adultos venían de todas partes para verlo brillar bajo el sol.
Pero lo más importante fue lo que aprendió el erizo: no importaba cómo fuera por fuera o cuán diferente fuera de los demás; lo más importante era ser amable, valiente y ayudar a los demás sin esperar nada a cambio.
Y así vivió felizmente en su casa arcoíris rodeado de amigos que admiraban su belleza interior y exterior. .
FIN.