El Erizo, el Escorpión y la Estrella E



Había una vez, en un hermoso bosque lleno de colores y sonidos, un erizo llamado Emiliano, un escorpión llamado Samuel y una estrella de mar llamada Estrella E, que vivía en un arroyo cercano. Aunque eran muy diferentes, los tres eran amigos y disfrutaban jugando juntos.

Un día, mientras exploraban, Emiliano, con su curiosidad habitual, dijo:

"¿Qué tal si hacemos una carrera hasta la gran roca? ¡El primero que llegue es el campeón!"

"¡Yo quiero participar!", exclamó Samuel, levantando sus pinzas con emoción.

"¿Y yo?", añadió Estrella E. "Puedo llegar al arroyo más rápido que ustedes nadando."

Los tres amigos decidieron que, a pesar de ser diferentes, competirían de la mejor manera posible. Establecieron las reglas y, al mismo tiempo, se animaron mutuamente. Cuentan hasta tres y salieron disparados:

"¡Uno, dos, tres! ¡A correr!"

Emiliano rodó velozmente, su cuerpo puntiagudo ayudándolo a moverse con rapidez. Samuel, con sus patas fuertes, se arrastraba rápidamente por el suelo, mientras que Estrella E se zambulló en el agua, impulsándose con sus brazos.

Mientras corrían, Emiliano miró hacia atrás y, desafortunadamente, no vio una raíz grande que sobresalía del suelo. ¡PUM! Se cayó de bruces. Esos momentos no eran fáciles para un erizo, porque aunque tenía pinchos que lo protegían, también le costaba mucho levantarse.

"¡Ay! ¡Eso dolió!", exclamó Emiliano mientras trataba de levantarse.

Samuel y Estrella E, que habían llegado lejos, escucharon el grito y regresaron de inmediato.

"¿Estás bien, Emiliano?", preguntó Samuel, mostrando una gran preocupación.

"Creo que sí, solo me dolió un poco", respondió el erizo mientras se sacudía la tierra de encima.

"¡No te preocupes! Vamos juntos a la meta, ¡Así nadie queda atrás!", agregó Estrella E con su voz suave.

El erizo sonrió al ver que sus amigos estaban dispuestos a ayudarlo. Todos se unieron y siguieron corriendo juntos, tratando de llegar a la gran roca como un equipo.

Sin embargo, al llegar al borde del arroyo, se encontraron con un obstáculo: había una gran corriente de agua que hacía imposible cruzar.

"¿Qué hacemos ahora?", preguntó Emiliano, preocupado.

"Podemos nadar, pero no puedo hacerlo muy bien", dijo el erizo, un poco cohibido.

"¡Yo sé nadar!", comentó Estrella E. "Puedo ayudar a Emiliano a pasar si se sostiene de mí."

"¡Y yo puedo hacer un camino por el borde del arroyo!", agregó Samuel.

Emiliano se dio cuenta de que, aunque era diferente, sus amigos tenían habilidades que complementaban las suyas. De inmediato, Samuel empezó a caminar por el borde, mientras Estrella E se quedaba cerca de la orilla, lista para ayudar.

"¡Sujétate de mí!", le dijo Estrella E al erizo con una sonrisa.

Emiliano se aferró a ella y juntos cruzaron la parte más peligrosa nadando. Samuel les esperaba al otro lado ofrendándoles una sonrisa.

Una vez que llegaron todos juntos al otro lado, comenzaron a reír y celebrar su trabajo en equipo.

"¡Lo hicimos!", gritó Emiliano emocionado.

"Sí, cada uno con nuestras habilidades. Eso es lo que nos hace fuertes y nos ayuda a lograrlo!", agregó Samuel.

"¡Definitivamente! Juntos somos imparables!", concluyó Estrella E, iluminando el ambiente con su alegría.

Finalmente, llegaron a la gran roca. Aunque no había un campeón, cada uno había sido un vencedor al ayudarse mutuamente y superar los obstáculos del camino. Siempre recordaron que, aunque cada uno era diferente, juntos podían lograr grandes cosas.

Desde entonces, sus aventuras continuaron, siempre apoyándose mutuamente y aprendiendo de sus diferencias. Emiliano aprendió que hasta en los momentos difíciles podías contar con los amigos; Samuel comprendió que compartir sus talentos era la mejor manera de disfrutar; y Estrella E se dio cuenta de que ayudar a otros también le daba alegría.

Y así, el erizo, el escorpión y la estrella E se convirtieron en los mejores amigos del bosque, inspirando a todos los que escuchaban su historia a valorar la diversidad y la amistad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!