El Erizo Mauro y la Aventura del Bosque Encantado
Había una vez en un frondoso bosque de Argentina un erizo llamado Mauro. Era un pequeño erizo de color marrón con rayitas blancas que lo hacían lucir muy especial. Mauro era curioso y siempre tenía ganas de conocer más sobre el mundo que lo rodeaba. Pero había una cosa que le preocupaba: sus espinas. Mauro pensaba que su aspecto podría espantar a sus amigos.
Un día, mientras exploraba su hogar, Mauro escuchó un rumor que lo dejó intrigado. En el corazón del bosque, había un lugar mágico conocido como el Bosque Encantado, donde todos los animales vivían felizmente, sin importar cómo eran. "Tal vez ahí pueda encontrar nuevos amigos y sentirme más seguro", pensó Mauro.
Decidido a vivir esa aventura, Mauro se dirigió al Bosque Encantado. Al llegar, se dio cuenta de que todo era diferente. Los árboles tenían hojas de colores luminosos y pequeños destellos de luz danzaban en el aire. "¡Hola!" -saludó un coati que estaba jugando con unos amigos. "¿Quién sos?". Mauro, tímido, respondió: "Soy Mauro, un erizo. Vine del bosque de allá afuera".
El coati llevó a Mauro con sus amigos, que eran un grupo diverso formado por un conejo llamado Rayo, una tortuga llamada Luz y un pájaro llamado Picotazo. "¿Qué haces aquí, Mauro?" -preguntó Rayo. "Vine a buscar amistades. Pero... no estoy seguro de si a ustedes les van a gustar mis espinas" -confesó Mauro, mirando al suelo.
Luz, la tortuga, le respondió con una voz suave: "No te preocupes por las espinas, Mauro. ¡Todos somos diferentes! Y eso es lo que nos hace especiales. Además, en este bosque escuchamos historias de la valentía de un erizo que ayudó a otros animales". Mauro se animó un poco. "¿De verdad? ¿Cómo fue eso?"
Picotazo, que volaba por encima de ellos, dijo: "Te contaré la historia. Una vez, había un pájaro que se quedó atrapado en una trampa. El erizo, que tenía espinas, usó su habilidad para desatarlo sin hacerse daño. Todos los animales aprendieron que ser diferente es lo que te hace único". Mauro comenzó a sentirse más confiado. "Tal vez mis espinas puedan ser útiles también".
Decidido a demostrar su valentía, Mauro se unió al grupo mientras exploraban el bosque. De repente, escucharon un ruido aterrador. Un lobo estaba atrapado en una red de cazadores. Rayo comenzó a asustarse: "¡Nos va a comer!". Pero Luz, que siempre sabía cómo calmar a sus amigos, dijo: "No, tenemos que ayudarlo. ¡Mauro, tus espinas pueden ser la clave!".
Mauro sintió un cosquilleo en su pancita. "Tal vez tenga lo que se necesita!" -dijo con determinación. Se acercó al lobo y le habló: "No te preocupes, amigo, estamos aquí para ayudarte". Con mucho cuidado, Mauro utilizó sus espinas para rasgar la red sin hacer daño al lobo. "¡Hurra, lo logró!" -gritaron los animales emocionados.
Una vez libre, el lobo se giró para agradecer a Mauro: "Gracias, pequeño erizo. Ser diferente a veces significa tener habilidades especiales. ¡Que valiente sos!". Mauro, lleno de orgullo, se dio cuenta de que sus espinas no eran un obstáculo, sino una herramienta que lo hacía único.
A partir de ese día, Mauro no sólo encontró amigos en el Bosque Encantado, sino que también aprendió a valorarse a sí mismo. Las espinas no le daban miedo; ahora las consideraba como una parte importante de ser quien era. "¡Viva la diversidad!"- exclamó Mauro mientras todos sus amigos celebraban.
Regresó a su hogar en el bosque, lejos de su inseguridad, y prometió volver para visitar a sus amigos. Nunca olvidó que ser diferente es lo que nos hace especiales, y que un buen amigo no se fija en las apariencias. Y así, el erizo Mauro vivió muchas aventuras más, siempre fiel a sí mismo y a la diversidad que lo rodeaba.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.