El erizo valiente


Había una vez un pequeño erizo llamado Ernesto que vivía en el bosque. Ernesto era un erizo muy tímido y solitario, siempre se escondía en su caparazón cuando veía a otros animales acercarse.

Un día, mientras paseaba por el bosque, Ernesto escuchó risas y voces provenientes de una escuela cercana. Se acercó sigilosamente para ver qué estaba pasando y descubrió que los animales estaban participando en una competencia de talentos. Ernesto sintió curiosidad y decidió quedarse a observar.

Vio cómo los demás animales mostraban sus habilidades especiales, como cantar, bailar o hacer trucos increíbles. Pero él no sabía qué podría hacer para impresionar a los demás.

Después del espectáculo, Ernesto regresó a su hogar con la cabeza llena de pensamientos. Quería ser parte de algo así, pero no sabía cómo encontrar su propio talento especial. Pasaron días y semanas sin que Ernesto encontrara respuesta a su dilema.

Un día, mientras caminaba por el bosque buscando inspiración, se encontró con un grupo de pájaros cantores ensayando para un concierto importante. La melodía que emitían era tan hermosa que hizo vibrar algo dentro del corazón de Ernesto.

- ¡Wow! ¡Qué hermosa música hacen ustedes! -exclamó emocionado-. ¿Me enseñarían a cantar? Los pájaros miraron sorprendidos al erizo y luego comenzaron a reírse. - ¡Ja ja ja! Lo siento mucho amigo erizo, pero cantar es algo que solo los pájaros podemos hacer.

No tienes las cuerdas vocales adecuadas -respondió el líder de los pájaros. Ernesto se sintió desanimado una vez más y volvió a su hogar con la cabeza gacha. Pero no quería rendirse tan fácilmente, así que decidió seguir buscando su verdadero talento.

Una mañana, mientras exploraba un río cercano, Ernesto vio a un grupo de conejos saltando y haciendo acrobacias en el aire. Quedó maravillado por sus habilidades y pensó que tal vez él también podría aprender a hacerlo.

- ¡Hola amigos conejos! ¿Me enseñarían a saltar como ustedes? Los conejos miraron al erizo con incredulidad y luego comenzaron a reírse nuevamente. - ¡Ja ja ja! Lo siento mucho amigo erizo, pero saltar es algo que solo los conejos pueden hacer.

Tienes patas cortas y puntiagudas -respondió uno de los conejos. Ernesto se sintió aún más desanimado, pero decidió no darse por vencido. Siguió explorando el bosque en busca de inspiración.

Un día, mientras caminaba cerca del estanque del bosque, vio a un grupo de ranas croando en armonía. Su canto era tan vibrante y lleno de vida que Ernesto sintió cómo su corazón se llenaba de alegría.

- ¡Hola amigas ranas! ¿Me enseñarían a cantar como ustedes? Las ranas miraron al erizo con sorpresa pero luego sonrieron bondadosamente. - Claro que sí, pequeño erizo. Todos tenemos una voz y un talento especial. Si quieres aprender a cantar, te enseñaremos.

Ernesto se emocionó mucho y comenzó a practicar junto con las ranas. Poco a poco, descubrió que tenía una voz dulce y melodiosa, aunque diferente a la de las ranas. Cuando llegó el día del próximo espectáculo en la escuela, Ernesto decidió participar.

Aunque estaba nervioso por mostrar su nuevo talento, sabía que había encontrado su verdadera pasión. Cuando le tocó el turno de cantar, Ernesto salió al escenario temblando pero decidido.

Comenzó a entonar una hermosa canción que había compuesto mientras practicaba con las ranas. El público quedó sorprendido al escuchar la voz única de Ernesto y aplaudió emocionado cuando terminó su actuación.

Los demás animales se dieron cuenta de que todos tienen un talento especial y único, solo tenían que encontrarlo. Desde ese día, Ernesto se convirtió en el erizo más querido del bosque. Todos los animales lo admiraban por su valentía y determinación para encontrar su vocación.

Y así, nuestro pequeño erizo aprendió una valiosa lección: nunca hay que rendirse ante los obstáculos y siempre debemos buscar dentro de nosotros mismos para encontrar nuestra verdadera motivación.

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