El Erizo y las Esponjitas Mágicas



Había una vez un pequeño erizo llamado Ezequiel que iba a la escuela. Era un erizo muy inteligente y curioso, pero había un pequeño problema: sus agujas. Desde que llegó a la escuela, todos sus compañeros lo miraban de lejos.

Uno de ellos, la conejita Clara, dijo: -

Mirá, ahí viene Ezequiel, no me acerques, ¡tiene agujas!

Los otros compañeros la siguieron, murmurando en voz baja.

-

¡Pobrecito, se ve tan solitario! - dijo el osito Lucas.

-

Sí, pero no me voy a chuzar - contestó la tortuga Rita.

Ezequiel se sentaba solo en su pupitre, escuchando las risitas y comentarios. En el fondo, sabía que era un buen amigo, pero nadie se atrevían a acercarse.

Un día, la maestra invitó a los alumnos a un festival de talentos. Todos estaban muy emocionados por mostrar sus habilidades, pero Ezequiel se sintió triste.

-

¿Podré participar si no tengo amigos para ayudarme? - se preguntó.

Al enterarse de esto, Clara tuvo una idea brillante.

-

¡Chicos! - dijo con entusiasmo. -

¿Por qué no le ayudamos a Ezequiel a participar en el festival?

Los demás miraron a Clara con sorpresa.

-

Pero, ¡se nos va a clavar! - protestó Lucas.

-

No si hacemos algo - respondió Clara. -

Podemos ponerle esponjitas en sus púas para que no nos lastime.

Los demás comenzaron a pensar.

-

¡Buena idea! - exclamó Rita. -

Eso podría funcionar.

Así que se pusieron a trabajar. Juntaron esponjitas de colores y, con mucho cuidado, fueron a buscar a Ezequiel.

-

Hola, Ezequiel - lo saludaron tímidamente.

-

Queremos hacer algo especial para el festival de talentos.

Ezequiel levantó la cabeza con curiosidad.

-

¿Para mí? - preguntó, con un brillo en sus ojos.

-

Sí - respondió Clara - , queremos ponerle esponjitas a tus púas.

Ezequiel se sonrojó.

-

¿De verdad quieren?

Los otros asintieron con entusiasmo.

Así, uno a uno, comenzaron a colocar las esponjitas hasta que Ezequiel parecía una obra de arte colorida.

-

¡Listo! - dijo Lucas, dando un paso atrás para admirar el trabajo en equipo.

-

Ahora estamos listos para el festival.

Ezequiel sintió una mezcla de felicidad y nervios.

-

¿Y si uhm... no puedo hacerlo bien? - preguntó, aún inseguro.

Clara lo miró con compasión.

-

Lo importante es que te diviertas, Ezequiel.

Finalmente, el día del festival llegó y Ezequiel, con sus esponjitas brillantes, se paró frente a todos.

-

Voy a mostrarles mi talento - dijo, respirando hondo. -

Voy a hacer acrobacias con mis esponjitas.

Con el apoyo de sus compañeros, Ezequiel fue saltando y girando, haciendo reír y aplaudir a todos.

Al terminar, los niños se acercaron corriendo.

-

¡Ezequiel, fuiste increíble! - exclamó Rita emocionada.

-

Sí, ¡buena onda! - añadió Lucas, dándole un abrazo.

Ezequiel sonrió de oreja a oreja. Nunca había sentido algo así, estar rodeado de amigos y ser parte de algo tan especial.

-

Gracias, chicos. No solo me ayudaron a participar, sino que me mostraron que la amistad es más fuerte que las agujas - confesó Ezequiel con una gran sonrisa.

Desde ese día, sus compañeros ya no miraban a Ezequiel con temor, sino con cariño, y siempre recordaban cómo, con un poco de imaginación y un montón de esponjitas, pudieron unir corazones y crear nuevas amistades.

Y así, la historia de Ezequiel se convirtió en una lección sobre la aceptación, la amistad, y cómo a veces, solo se necesita un pequeño gesto para hacer una gran diferencia.

FIN.

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