El Escondite Futbolístico de Messi y Luis



Era un día soleado en la hermosa casa de Ronslo, donde el aire fresco llenaba el jardín y las risas de los niños resonaban por todas partes. Lionel Messi, la estrella del fútbol, y Luis Aragonés, el reconocido entrenador, se habían reunido para jugar un partido muy especial: el escondite de fútbol.

De repente, mientras los pequeños jugaban a sus pies, Messi dijo:

"¿Qué tal si jugamos a un escondite con un poco de magia?"

"¿Cómo es eso?" preguntó Luis, intrigado por la idea.

"Nos esconderemos y sólo podremos hacernos visibles cuando tengamos el balón en los pies. ¡Sus amigos tendrán que buscarnos!"

Luis sonrió y asintió con la cabeza:

"¡Eso suena divertidísimo! Vamos a hacerlo."

Los dos amigos se pusieron de acuerdo en las reglas y se separaron. Luis, con su voz firme, se convirtió en el guardián del escondite y se cubrió los ojos para contar hasta veinte.

"Uno... dos... tres... ¡Ya voy!"

Mientras Luis contaba, Messi rápidamente se escondió detrás de un árbol grande, manteniendo su balón bien cerca. Pero a Messi no le gustaba quedarse parado en un solo lugar, así que pronto comenzó a mover el balón con mucha destreza, haciendo malabares mientras esperaba.

"¡Qué bien me siento!" se dijo a sí mismo, disfrutando del momento.

Luis terminó de contar y comenzó a buscarlo. Con una gran sonrisa en su rostro, se acercó a los otros niños,

"¿Han visto a Messi? Recuerden, sólo estará visible si está con el balón."

Los niños comenzaron a ayudar a Luis, gritando desde diferentes rincones:

"¡Mirá detrás de la puerta!"

"¡Quizás está en el columpio!"

Luis se acercó a la puerta, pero no encontró a Messi. Sin embargo, escuchó el sonido del balón rebotando contra el suelo. Se dirigió hacia el sonido y lo siguió hasta el árbol donde Messi estaba escondido.

"¡Te encontré!" exclamó Luis con alegría.

"¡No tan rápido!" respondió Messi desafiantemente, y comenzó a hacer malabares nuevamente,

"Estoy a un toque de magia de irme a otro lado."

Pero Luis era astuto. Rápidamente recordó una vieja táctica de fútbol:

"Si me dejas hacer un toque, podríamos cambiar el lugar de esconder. Quiero mostrarte un truco."

Messi, intrigado, aceptó el reto. Ambos comenzaron a tocar el balón como si estuvieran en una competencia. Los niños los miraban con admiración, disfrutando del espectáculo.

"¡Impresionante!" gritó uno de los niños.

"¡Son unos campeones!" exclamó otro.

De repente, Messi tuvo una idea brillante.

"Hagamos algo más divertido. A partir de ahora, cada vez que encuentres a alguien, otra persona deberá esconderse, y el que se esconde deberá hacer un truco para salir."

Luis, emocionado, le respondió:

"¡Sí! Pero solo si el truco es mejor que el mío."

Así, el juego no solo se volvió emocionante, sino también una lección de trabajo en equipo, creatividad y respeto por los demás. Cada vez que uno de ellos era encontrado, el otro hacía un truco de fútbol que dejaba a todos asombrados.

Cuando terminaron de jugar, sentados en el césped, Luis dijo:

"¿Sabes, Messi? A veces, en el fútbol y en la vida, no solo se trata de esconderse y ser encontrado. También se trata de disfrutar cada momento y hacer que los demás se sientan bien."

"Tienes razón, Luis," asintió Messi,

"Cada pase, cada truco, cada risa... ¡es lo que hace que esto valga la pena!"

Todos los niños aplaudieron, y empezaron a hablar sobre su propio truco favorito, creando una atmósfera de felicidad y camaradería.

Y así, en la casa de Ronslo, Messi y Luis no solo jugaron al fútbol, sino que también sembraron en sus corazones la importancia del juego limpio, la amistad y la diversión. Desde ese día, sus partidas se volvieron una tradición, llenas de risas, trucos y un profundo amor por el fútbol, y dejaron una hermosa lección que nunca olvidarían.

FIN.

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