El escondite inclusivo
Había una vez un hermoso bosque lleno de animales juguetones y traviesos. Cada tarde, todos los animales se reunían para jugar al escondite.
Era un juego muy divertido en el que cada uno debía buscar un lugar para ocultarse mientras uno de ellos contaba hasta diez. Sin embargo, había dos animalitos que siempre se quedaban sin poder jugar: el erizo y el topo.
El erizo era muy lento y le costaba encontrar un buen escondite, mientras que el topo tenía problemas de visión y no podía ver bien a la hora de buscar a sus amigos. Un día, todos los animales se reunieron emocionados para jugar al escondite.
El conejo era quien iba a contar esta vez. "Uno, dos, tres... "- comenzó a contar mientras los demás se apresuraban a buscar su escondite ideal.
El erizo trataba de moverse rápido por entre las hojas secas del bosque, pero siempre terminaba chocando con algún árbol o tropezándose con alguna raíz. Por otro lado, el topo intentaba explorar bajo tierra buscando un lugar seguro donde ocultarse, pero su vista borrosa no le permitía encontrar ningún rincón adecuado.
Mientras tanto, los demás animales disfrutaban del juego sin preocuparse por aquellos que no podían participar. El zorro corría velozmente entre los arbustos y la liebre saltaba ágilmente sobre las piedras.
Pero algo extraño empezó a suceder: poco a poco la diversión fue desapareciendo del rostro de todos. El conejo decidió detenerse y preguntarles qué les pasaba a sus amigos. "¿Por qué están tan tristes?"- les preguntó con preocupación.
El ciervo, avergonzado, respondió: "Nos dimos cuenta de que no es justo excluir al erizo y al topo solo porque son lentos o ven mal. No deberíamos juzgarlos por eso, todos merecemos jugar y divertirnos juntos". El conejo asintió con la cabeza y se acercó al erizo y al topo.
Les explicó lo que había sucedido y les propuso una solución: crear un juego especial para ellos en el que pudieran participar sin sentirse excluidos. Así fue como nació el "Escondite Amigo".
En este juego, todos los animales debían ayudarse mutuamente para encontrar un buen escondite. El erizo podía contar con la astucia del zorro para elegir un lugar seguro, mientras que el topo contaba con los sentidos agudos del búho para buscar a sus amigos perdidos.
Desde ese día, el bosque se llenó de risas y diversión nuevamente. Los animales aprendieron la importancia de ser inclusivos y valorar las habilidades únicas de cada uno.
Descubrieron que la verdadera diversión radica en compartir momentos especiales junto a quienes nos rodean, sin importar nuestras diferencias. Y así, entre juegos y risas, el bosque se convirtió en un lugar donde reinaba la amistad y la inclusión.
Donde todos los animales aprendieron a valorarse unos a otros por lo que realmente importa: ser auténticos y únicos en su propia forma. Fin
FIN.