El Escondite Mágico del Toro y sus Amigos
En un campo donde el sol brillaba como un oro reluciente, vivían un fuerte toro llamado Toto, un simpático burro llamado Bruno, una vaca amable llamada Violeta y un astuto lobo llamado Lucho. A pesar de sus diferencias, estos cuatro amigos disfrutaban de aventuras juntos.
Un día, Bruno sugirió: "¡Juguemos al escondite!" - Los demás se miraron emocionados.
"¡Es una excelente idea!" -dijo Toto, mientras movía su cola.
"¡Pero, no se olviden de que Lucho tiene que contar!" -bromeó Violeta, recordando cómo el lobo estaba siempre un paso adelante.
Lucho, haciendo una mueca, aceptó: "Está bien, contaré hasta 20. ¡Prepárense!" -y comenzó a contar.
Los otros tres corrieron en diferentes direcciones. Toto se escondió detrás de un gran árbol, Violeta se metió entre unos arbustos y Bruno se ocultó tras una roca.
"¡Diez! ¡Once! ¡Doce!" -contó Lucho, buscando a sus amigos. Cuando terminó de contar, salió a buscar.
Sin embargo, no podía dejar de pensar en algo. Los animales del campo siempre habían podido jugar sin miedo, pero desde hace un tiempo, un lobo solitario había estado causando estragos en el lugar. Lucho decidió, en ese momento, que quería demostrar que podía romper con los prejuicios y ser un buen amigo.
Así que, al encontrar a Toto, hizo algo sorprendente. "Toto, no te asustes, soy yo, Lucho. Te he encontrado, pero no tengo intención de comerte." -dijo con una sonrisa y un guiño.
Toto, desconcertado, respondió: "¿De verdad? Pensé que los lobos solo se querían comer a los otros animales. Pero quizás, no eres como los demás lobos."
Mientras tanto, Violeta y Bruno, que se fueron a investigar, oyeron la conversación. Violeta, siempre curiosa, se acercó: "¿Qué está pasando aquí?"
Lucho dejó a Toto y se volvió a ellos. "Estoy intentando mostrarles que no todos los lobos son malos. Puedo ser su amigo, no su enemigo. ¿Podrían darme una oportunidad?"
Bruno, que siempre fue un poco temeroso de Lucho, se armó de valor y dijo: "Sabemos que no todos los lobos son iguales, Lucho. Pero nos gustaría conocer un poco más de ti."
Lucho sonrió. "¿Qué tal si jugamos juntos al escondite? Así, ustedes podrán conocerme mejor. ¡Voy a contar otra vez!"
Los cuatro amigos decidieron jugar juntos, y esta vez, Lucho se comprometió a no perseguir a ninguno. Al contrario, él se encargaría de ayudar a los otros a esconderse mejor.
"¡Uno, dos, tres...!" -anunció Lucho, y todos comenzaron a correr a sus escondites mientras el lobo contaba. Pero a medida que buscaba a sus amigos, Lucho se encontró en una encrucijada. Se llevó a cabo un giro inesperado: oyó unos ruidos extraños.
Algo no estaba bien. "¿Qué fue eso?" -se preguntó, decidido a proteger a sus nuevos amigos. Siguió el sonido hasta que descubrió que había un grupo de animales asustados, intentando huir de un lobo solitario que había estado causando problemas en el campo.
Lucho decidió actuar valientemente. "¡Alto!" -gritó, apareciendo delante del lobo agresivo. "Aquí no se hace daño. Los animales merecen estar a salvo."
El lobo solitario lo miró sorprendido y Lucho continuó: "Vine a jugar con mis amigos. Ellos no son tus enemigos. En vez de pelear, ¿por qué no te unes a nosotros?"
El nuevo lobo dudó, pero vio la valentía de Lucho y la aceptación en los rostros de los demás animales. "Está bien, me gustaría unirme. Pero tengo mucho que aprender."
Todos los animales se unieron para jugar, riendo y disfrutando como nunca antes.
Violeta observó a Lucho y dijo: "Ves, a veces hay que darles una oportunidad a los que parecen diferentes. ¡Mirá lo que hemos logrado!"
Al final del día, Lucho se convirtió en parte de la manada. Ellos habían aprendido una valiosa lección sobre la amistad y la aceptación.
Desde entonces, en aquel campo, cada vez que jugaban al escondite, Lucho se aseguraba de que todos los animales fueran parte del juego, sin importar si eran lobos o no, y se convirtieron en grandes amigos con historias por contar.
Los amigos de Lucho sabían que aunque todos eran diferentes, juntos podían crear un mundo lleno de aventuras y comprensión.
Ahora, cada vez que alguien tiene miedo de lo desconocido, se acuerdan de la historia de Lucho y cómo logró cambiar el modo en que sus amigos veían a los lobos. A veces, el valor y un corazón abierto pueden derribar cualquier barrera.
FIN.