El esfuerzo de Mateo
Había una vez un niño llamado Mateo que estaba muy emocionado porque había decidido que quería aprender a escribir su nombre.
Era un niño curioso y con mucha determinación, así que se puso manos a la obra para lograr su objetivo. Un día, Mateo se sentó en su escritorio con un lápiz y una hoja en blanco frente a él. Miró las letras de su nombre con atención y comenzó a trazarlas en el papel.
Sin embargo, al ser tan pequeño, le costaba trabajo coordinar sus movimientos para hacer las letras correctamente. Mateo no se dio por vencido y decidió pedir ayuda a su hermana mayor, Lucía.
Lucía era muy buena escribiendo y siempre estaba dispuesta a ayudar a su hermanito. Juntos se sentaron en la mesa y Lucía le enseñó a Mateo cómo formar cada letra de su nombre, paso a paso. "Primero hacemos la —"M" , es como dos montañitas juntas", explicaba Lucía pacientemente.
"Después viene la —"A" , es como una pirámide boca abajo", continuaba. "Luego la —"T" , como un palito con un sombrero arriba", seguía enseñando. "Y finalmente la —"E" , como una escalera torcida", terminaba de explicar.
Mateo practicaba una y otra vez, concentrándose en cada trazo, hasta que finalmente logró escribir su nombre completo: M-A-T-E-O. Estaba tan feliz y orgulloso de sí mismo que corrió a mostrarle a sus papás lo que había logrado.
Sus papás lo felicitaron efusivamente por su esfuerzo y dedicación. Le dijeron lo importante que era no rendirse ante los desafíos y seguir practicando para mejorar cada día más. Desde ese día, Mateo siguió practicando todos los días para perfeccionar su escritura.
Y gracias al apoyo de su hermana Lucía y el amor de sus papás, logró convertirse en todo un experto en escribir no solo su nombre, sino muchas otras palabras también.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado pero la aventura de Mateo apenas comienza...
FIN.