El Espantapájaros Audaz


En un tranquilo campo de la provincia de Buenos Aires, vivía Flaco el espantapájaros.

Flaco era diferente a los demás espantapájaros, ya que en lugar de asustar a los pájaros con su apariencia, él prefería hacerles compañía y conversar con ellos. Un día, mientras estaba sentado en su poste de madera, observando cómo los pájaros volaban y cantaban felices, Flaco sintió una inmensa curiosidad por conocer el mundo más allá del campo.

Quería explorar nuevos lugares, aprender cosas nuevas y hacer amigos humanos. Decidido a cumplir su sueño, Flaco se dirigió al pueblo cercano para solicitar una licencia que le permitiera salir del campo sin problemas.

Al llegar al registro civil del pueblo, fue recibido por Don Ramón, el encargado del lugar. "Buen día, Don Ramón. Vengo a solicitar una licencia para poder salir del campo", dijo Flaco con entusiasmo.

Don Ramón miró sorprendido al espantapájaros y respondió: "Flaco, lamento decirte que no podemos otorgarte una licencia. Eres un espantapájaros y tu lugar está aquí en el campo". Flaco no se dio por vencido tan fácilmente. Sabía que tenía mucho más para ofrecer al mundo y quería demostrarlo.

Decidió buscar ayuda en la biblioteca del pueblo para encontrar alguna solución. Allí encontró a Doña Rosa, la bibliotecaria amable y sabia. Le explicó su situación y le pidió consejo sobre cómo obtener la licencia que tanto ansiaba.

Doña Rosa reflexionó durante unos momentos y luego sonrió. "Flaco, creo que tienes una idea brillante. ¿Por qué no organizas un espectáculo en el campo para mostrar a todos tus talentos y habilidades? Así podrás demostrarles lo valioso que eres".

Flaco siguió el consejo de Doña Rosa y comenzó a preparar su gran espectáculo. Invitó a los pájaros del campo, a los animales vecinos e incluso a los habitantes del pueblo.

El día del espectáculo llegó, y Flaco se subió al escenario con confianza. Cantó hermosas canciones, contó chistes divertidos y realizó acrobacias sorprendentes. La audiencia quedó maravillada por sus habilidades y aplaudió emocionada.

Don Ramón, quien había asistido al espectáculo sin muchas expectativas, se levantó de su asiento y dijo: "¡Bravo, Flaco! Me has demostrado que estaba equivocado sobre ti. Eres un espantapájaros especial y mereces tener tu licencia".

La noticia corrió rápidamente por todo el pueblo, llenando de alegría a Flaco y emocionando a todos aquellos que habían presenciado su increíble actuación. Desde ese día en adelante, Flaco pudo salir del campo siempre que quisiera. Viajaba por diferentes lugares llevando alegría con sus canciones y enseñanzas sobre la importancia de aceptar las diferencias.

Flaco se convirtió en un símbolo de superación personal para todos los habitantes del pueblo. Además, gracias a su influencia positiva, Don Ramón decidió cambiar la forma en la que veía al mundo y abrió su mente a nuevas posibilidades.

Así, Flaco el espantapájaros demostró que todos tenemos algo valioso para ofrecer al mundo y que no debemos dejar que las apariencias nos limiten. Aprendió a luchar por sus sueños, a aceptar los desafíos y a nunca rendirse.

Y así, mientras Flaco continuaba su viaje por el mundo, siempre llevaba consigo la lección de que todos somos capaces de romper barreras y alcanzar nuestras metas si creemos en nosotros mismos.

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