El Espantapájaros Mágico



Era un día soleado en el CEIP Jara Carrillo y los niños de cuarto estaban muy emocionados. Habían pasado semanas trabajando en un proyecto especial: la construcción de un espantapájaros para el huerto del cole. Con botellas de plástico, viejas camisas y un sombrero colorido, dieron vida a su creación.

- ¡Miren cómo quedó! - gritó Ana, mientras colocaba el sombrero de un lado a otro, intentando darle un toque más divertido.

- ¡Es perfecto para asustar a los pájaros! - añadió Tomás, mientras daba un golpecito en el pecho del espantapájaros.

- Pero, ¿y si en lugar de asustarlos, les da curiosidad? - preguntó Valen, con una mirada pícara.

Los niños rieron y decidieron ponerlo a prueba. A la mañana siguiente, los estudiantes se reunieron en el huerto, decididos a ver si su espantapájaros cumplía su función. Al principio, todo parecía ir bien. Los pájaros se mantenían lejos, y el pequeño huerto de lechugas y tomates empezaba a florecer.

Pero a los pocos días, algo extraño comenzó a suceder. Resulta que, cada vez que un pájaro se acercaba al espantapájaros, este vibraba suavemente, como si tuviera vida.

- ¡Miren eso! - exclamó Sofía, apuntando al espantapájaros. - ¡Como si estuviera hablando con ellos!

- ¡No puede ser! - dijo Joaquín, un poco aterrorizado. - ¡Espero que no nos lo lleven!

Pero no pasó mucho tiempo antes de que descubrieran que el espantapájaros no solo rechazaba a los pájaros, sino que se comunicaba con ellos. Cada mañana, al amanecer, en un susurro que solo los niños podían escuchar, el espantapájaros decía:

- ¡Hola, amigos pájaros! Estoy aquí para proteger las plantas y ayudar a crecer.

Los pájaros, entendiendo el mensaje, comenzaron a volar por el huerto, en lugar de comer lo que habían plantado. Redoblaban su canto, alegrando el lugar y cuidando el jardín junto a los niños.

- ¡Es increíble! - dijo Tomás, con el rostro iluminado. - Nunca pensé que el espantapájaros podría hacer eso.

- ¡Es como si fuera un protector! - añadió Ana, entusiasmada.

Sin embargo, la alegría de los niños pronto fue interrumpida por la noticia de que un grupo de cuervos había llegado al vecindario y estaban decididos a arruinar el huerto del cole.

- ¡Tenemos que hacer algo! - gritó Sofía, mientras todos se miraban preocupados.

- Pero si los cuervos vienen, nuestro espantapájaros no servirá. - dijo Joaquín, con el ceño fruncido.

- No tengamos miedo. ¡Hablemos con el espantapájaros! - sugirió Valen.

Esa tarde, los niños se reunieron alrededor del espantapájaros y, con un poco de timidez, le explicaron la situación. A la mañana siguiente, cuando el sol comenzó a salir, el espantapájaros pronunció en voz alta:

- Quiero que todos los pájaros que somos amigos se reúnan aquí para hacer una gran reunión.

Y así, todos los pájaros del vecindario, incluidos los cuervos, se juntaron en el huerto.

- ¡Hola! - saludó el espantapájaros. - Soy el guardián de este huerto. Aquí estamos para vivir en armonía. Todos pueden alimentarse, siempre y cuando no se coman las verduras. ¿Qué tal si hacemos un trato?

Los cuervos, sorprendidos, miraron a los otros pájaros y se dieron cuenta de que, aunque podían ser un poco enojones, no era necesario pelear. Así que, al final, decidieron aceptar el trato.

Los cuervos prometieron no tocar las plantas del huerto y, a cambio, el espantapájaros les dejó recolectar algunas semillas al final de la temporada de cosecha.

Los niños miraban maravillados mientras los pájaros comenzaban a hacer trabajos en conjunto, cuidando el huerto y alegrando así las estaciones.

- ¡Nunca pensé que el espantapájaros podría unir a todos! - dijo Ana, saltando de emoción.

- ¡Esto es mejor que lo que hubiéramos imaginado! - señaló Tomás.

Desde ese día, el espantapájaros no solo fue un guardián del huerto, sino que también se convirtió en un símbolo de amistad y cooperación, demostrando que, a veces, la verdadera magia está en la unión y el respeto. Y así, los niños aprendieron que incluso los problemas pueden tener soluciones creativas si se trabaja en equipo.

Y así, se llenó el huerto del CEIP Jara Carrillo de risas y colores, gracias a un espantapájaros que no solo era un espantapájaros, sino un gran amigo de todos los pájaros.

Fin.

FIN.

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