El Espantapájaros Soñado



Era un hermoso día soleado en el CEIP Jara Carrillo. Los niños de cuarto estaban emocionados, ya que se acercaba la época de sembrar en el huerto escolar. La profe Ana, con su bicicleta llena de herramientas, entró al aula dando saltitos de alegría.

"¡Chicos, hoy tenemos una misión especial!" - anunció la profe.

Los ojos de los niños brillaron al escucharla.

"Vamos a construir un espantapájaros para proteger nuestras verduras." - agregó con entusiasmo.

"¿Y cómo lo haremos?" - preguntó Sofía, con su pelo rizado moviéndose de un lado a otro.

"Con materiales reciclados que traigan de sus casas. Quiero ver su creatividad. ¡La única regla es que debe ser divertido!" - replied the teacher, smiling.

Con la idea de la profe en mente, los chicos comenzaron a planear. Al volver a casa, cada uno se puso a buscar cosas: cables, camisetas viejas, una caja de cartón, y hasta un sombrero que había perdido el papá de Julián.

A la mañana siguiente, todos llegaron cargados. Era una especie de desfile de materiales.

"Yo traje un par de zapatillas viejas, pueden ser los pies del espantapájaros." - dijo Lucas.

"Y yo tengo este abrigo que no le queda a mi hermano. ¡Es perfecto!" - exclamó Mariana, su rostro iluminando la habitación.

Cada uno aportó su granito de arena, y juntos empezaron a armarlo en el patio del colegio. Los días pasaron entre risas y gran diversión. El espantapájaros tomó forma, pero aún le faltaba un toque especial.

"¿Y si le pintamos la cara? ¡Sería genial!" - sugirió Sofía, mientras todos se reían.

Con pinceles y pinturas, cada uno dibujó una expresión diferente: algunos lo hicieron sonriente, otros le dieron un aire aventurero, utilizando como base el cartón del que había sido hecha la cabeza.

Finalmente, cuando el espantapájaros estuvo terminado, los chicos lo miraron con orgullo.

"¡Quedó espectacular!" - gritó Julián, llenando de alegría a todos a su alrededor.

Con su flamante espantapájaros, fueron al huerto a sembrar. Pero un día, al llegar al patio, se dieron cuenta de que algo no estaba bien.

"¡Chicos, miren! El espantapájaros está tirado en el suelo!" - dijo Lucas, con su rostro demacrado.

Todos se acercaron corriendo. Se dieron cuenta que había sido derribado por el viento que sopló con fuerza esa noche.

"¿Y ahora qué hacemos?" - preguntó Mariana, preocupada.

"Debemos levantarnos y volver a armarlo. Juntos, podemos hacerlo más fuerte aún." - comentó Sofía, decidida.

Eso hicieron. Usaron cañas más gruesas y aseguraron bien cada parte. El espantapájaros volvió a estar en su lugar, pero ahora más resistente.

Al otro día, el viento continuó soplando. Pero esta vez, el espantapájaros se mantuvo firme en su lugar. Los pájaros, al verlo, decidieron poco a poco alejarse.

"¡Funciona!" - exclamó Julián, sonriendo con satisfacción.

Los niños aplaudieron entusiastas. Habían logrado proteger su huerto, pero también aprendieron que el trabajo en equipo y la perseverancia son esenciales para alcanzar sus metas.

Pasaron los días, y con las plantas creciendo, el espantapájaros se convirtió en símbolo de su esfuerzo y dedicación. Cuando llegó el momento de la cosecha, todos se sintieron orgullosos al ver sus frutos.

"¡Hicimos un excelente trabajo!" - dijo la profe Ana, abrazando a sus alumnos.

Y así, los niños del CEIP Jara Carrillo no solo levantaron un espantapájaros, sino que también construyeron la amistad, confianza y el amor por la naturaleza. Cada vez que miraban su huerto, recordaban el esfuerzo que habían puesto en su creación, y en cada verdura, saboreaban el resultado de su trabajo en equipo.

FIN.

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