El espectáculo del Esqueleto y el Payaso



En un pequeño y tranquilo pueblo, había tres amigos: Lucas, Sofía y Tomás. Todos los días después de la escuela, se juntaban en el parque a jugar y a contar historias de miedo bajo la sombra de un gran árbol. Un día, mientras charlaban sobre sus miedos, un misterioso anuncio apareció en la plaza. Decía: "Esta noche, en la casa abandonada, habrá una función especial del Esqueleto y el Payaso. ¡No te la pierdas!"

- ¡Vamos a la función! - propuso Tomás emocionado, con los ojos brillantes de curiosidad.

- No sé, suena un poco espeluznante - respondió Sofía, mordiéndose el labio.

- ¡Pero es solo un espectáculo! Tal vez nos divertamos - exclamó Lucas, intentando convencerla.

Finalmente, decidieron ir. Cuando el sol se ocultó y las estrellas comenzaron a brillar, los tres amigos se dirigieron a la casa abandonada.

Al llegar, la puerta crujió y se abrió lentamente. En su interior, encontraron un escenario improvisado y dos figuras esperándolos: un esqueleto con una gran sonrisa y un payaso pintado de colores.

- ¡Bienvenidos! - gritó el payaso, sacudiendo sus manitos.

- ¡Soy el Esqueleto divertido! - agregó el esqueleto, haciendo un movimiento torpe y gracioso.

(Sofía, Tomás y Lucas se miraron entre sí, nerviosos pero emocionados).

- ¿Están listos para un espectáculo lleno de sorpresas? - preguntó el payaso.

- ¡Sí! - gritaron los niños, ya un poco más animados.

El espectáculo comenzó con números de magia y trucos sorprendentes. El payaso hacía que desaparecieran objetos y el esqueleto realizaba pasos de baile descoordinados que hacían reír a todos. Pero de repente, el payaso hizo una vaina de confeti y una nube de colores envolvió el escenario.

- Esto no es todo, ¡aquí viene la parte más aterradora! - dijo el payaso, haciendo estallar un globo con un gran “POP! ” que resonó intensamente.

De pronto, el escenario se oscureció y una risa escalofriante llenó el aire. Un viento helado sopló por el lugar, y los niños sintieron un escalofrío recorrer sus espinas. Entonces, aparecieron sombras que danzaban en las paredes.

- ¡No tengan miedo! - exclamó el esqueleto.

- ¡Son solo sombras que vinieron a jugar! - agregó el payaso.

(Sofía, todavía asustada, susurró:

- No sé, esto me parece un poco raro.

- Quizás deberíamos irnos - sugirió Tomás apretando la mano de Lucas).

Pero antes de que pudieran decidir, el esqueleto hizo un movimiento y los chicos vieron que las sombras eran en realidad marionetas de papel que habían sido puestas en escena.

- ¡Vean! ¡Son solo nuestras amigas! - dijo el payaso, riendo.

- ¡En realidad están aquí para mostrarles que no hay nada que temer! - explicó el esqueleto.

Los niños se comenzaron a reír también, comprendiendo que lo que aparentemente parecía aterrador tenía un giro divertido. Así, el espectáculo continuó con más risas y magia.

- A veces, lo que nos da miedo resulta ser algo muy divertido - comentó Sofía mientras disfrutaba del espectáculo.

- ¡Sí! - concordó Tomás.

- Y la amistad siempre nos da el valor que necesitamos - dijo Lucas sonriendo.

Finalmente, el espectáculo llegó a su fin, y los tres amigos aplaudieron con entusiasmo. Al salir de la casa, el esqueleto y el payaso los despidieron con buenos deseos.

- ¡Gracias por venir, pequeños valientes! - gritó el payaso.

- Recuerden, nunca dejen que sus miedos los detengan - dijo el esqueleto con una gran sonrisa.

Desde esa noche, Lucas, Sofía y Tomás entendieron que el miedo es solo una parte de la aventura y que siempre hay algo divertido al final del camino. Se fueron a casa riendo y soñando con nuevas historias.

Así, aprendieron que los miedos se pueden superar con valentía y, sobre todo, acompañados de los amigos.

Y es que la verdadera magia está en la unión de la amistad y en el poder de la risa.

FIN.

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