El Espejo de la Alegría
Había una vez un niño llamado Mateo, que era muy rico y listo. Tenía todo lo que podía desear: juguetes, ropa nueva y un perro que siempre lo acompañaba. Sin embargo, cuando Mateo se miraba en un viejo espejo que había encontrado en su ático, siempre se veía triste.
"¿Por qué me veo así?"- se preguntaba el niño cada vez que pasaba frente al espejo.
Mateo no entendía por qué su reflejo no mostraba la misma alegría que él sentía al jugar. Un día, mientras paseaba por el parque, encontró a un niño pequeño llorando. Se acercó y preguntó:
"¿Por qué lloras?"-
"He perdido a mis papás y no sé dónde están"- respondió el niño con lágrimas en los ojos.
Mateo sintió un nudo en su garganta. Aunque tenía muchos juguetes y una gran casa, se dio cuenta de que no había sentido su corazón tan pesado.
"No te preocupes, ¿cómo te llamás?"- le preguntó.
"Me llamo Lucas"- dijo el niño, todavía triste.
"Yo soy Mateo. Ven, te ayudaré a buscar a tus papás"- le propuso con una sonrisa.
A partir de ese día, Mateo y Lucas buscaron juntos por toda la ciudad. Consultaron a los vendedores del mercado, preguntaron a los policías y recorrieron plazas. Cada vez que ayudaban a alguien, Mateo sentía que su corazón se llenaba un poco más de alegría.
Un día, agotados de buscar, decidieron regresar a casa de Mateo para descansar. Cuando entraron, el viejo espejo en el que Mateo se miraba le llamó la atención a Lucas.
"¿Puedo mirarme en ese espejo?"- preguntó curioso.
"Sí, claro"- contestó Mateo, un poco inseguro.
Lucas se acercó al espejo y, en el momento en que se miró, un brillo especial empezó a salir de él. Mateo observó sorprendido cómo la tristeza de su reflejo se transformaba en felicidad.
"¡Mirá!"- exclamó Lucas emocionado.
"¿Qué estás viendo?"- preguntó Mateo, sintiendo que algo cambiaba en su propio corazón.
"¡Estoy sonriendo!"- dijo Lucas, y al volver la mirada hacia Mateo, notó que él también sonreía.
Mateo no podía creerlo.
"¡Es verdad! La tristeza se ha ido"- gritó. Ambos niños comenzaron a reír al verse tan felices en el espejo.
"Tal vez el espejo refleja lo que sentimos en nuestro corazón"- sugirió Lucas,
"Y si ayudamos a otros, nuestra propia alegría crece"- añadió Mateo.
Desde ese día, Mateo decidió que ayudar a otros era lo que realmente llenaba su vida de felicidad. Juntos, Mateo y Lucas formaron un grupo que se dedicaba a ayudar a niños en su comunidad. Repartían comida, cuidaban de los animales abandonados y organizaban juegos en el parque.
Mateo ya no se miraba más en el viejo espejo sólo para encontrar tristeza. En vez de eso, cada vez que alguien iba a visitarlo, les mostraba el hermoso brillo que cuando se miraban juntos, todos sonreían.
Y así, Mateo aprendió que la verdadera riqueza no estaba en tener cosas, sino en compartir su alegría y ayudar a los demás. El espejo, que antes solo reflejaba tristeza, ahora iluminaba sonrisas y corazones felices.
Todavía, de vez en cuando, pasaba por allí y miraba el espejo.
"Gracias por mostrarme lo importante que es ayudar, espejo querido"- decía sonriente.
A partir de aquel día, el espejo siempre brillaba de nuevo, reflejando la alegría que Mateo y Lucas habían construido juntos a base de amor, amistad y ayuda al prójimo.
Y así, el espejo estropeado se convirtió en el espejo de la alegría, porque a veces, ayudar a otros es lo que realmente nos hace felices.
Fin.
FIN.