El Espejo de los Sueños


Había una vez una niña llamada Sofía, de trece años, que siempre disfrutaba pasar tiempo con su abuelo y su padre. Un día, los tres decidieron ir a comprar un nuevo espejo para la casa.

Llegaron a una tienda muy grande llena de espejos de diferentes tamaños y formas. El padre y el abuelo se dirigieron hacia la bodega para hablar con el vendedor mientras Sofía exploraba la tienda por su cuenta.

Mientras caminaba por los pasillos llenos de espejos relucientes, sus ojos se posaron en un mueble antiguo con un hermoso espejo enmarcado. Se acercó curiosa y notó que había una señora amable sentada cerca del mueble.

La señora levantó la mirada y sonrió al ver a Sofía. "¡Hola, Sofi! ¡Cuánto tiempo sin verte!", exclamó emocionada. Sofía estaba sorprendida. No recordaba haber conocido a esa señora antes, pero ella parecía conocerla muy bien. "Disculpe, señora, ¿nos conocemos?", preguntó confundida.

La señora rió suavemente y le explicó: "Soy Rosa, una amiga muy cercana de tu abuela cuando era joven. Pasábamos mucho tiempo juntas en esta tienda buscando cosas especiales". Sofía se iluminó al escuchar eso.

Su abuela había fallecido cuando ella era muy pequeña y no tenía muchos recuerdos de ella. Siempre había deseado conocer más sobre ella. Rosa continuó: "Tu abuela solía decirme que eras igualita a ella cuando era joven".

Se levantó y caminó hacia el mueble, señalando el espejo. "Este espejo tiene una historia especial. Tu abuela solía venir aquí y mirarse en él, soñando con un futuro lleno de aventuras". Sofía se acercó al espejo y se vio reflejada en él.

Era como si pudiera ver a través del tiempo y conectarse con su abuela. Rosa le susurró al oído: "Los espejos no solo reflejan nuestra apariencia física, sino también nuestros sueños más profundos".

Luego le entregó un pequeño papel doblado. "Toma esto como un regalo de tu abuela". Sofía desdobló el papel y encontró una carta escrita por su abuela antes de fallecer.

En ella, su abuela le contaba sobre sus propios sueños cuando era joven y cómo siempre había deseado que Sofía persiguiera los suyos. Con lágrimas en los ojos, Sofía agradeció a Rosa por compartir esa historia tan hermosa con ella.

Decidió llevar ese mueble con el espejo a casa como un tesoro para recordar siempre la conexión especial que tenía con su abuela. Desde ese día, cada vez que Sofía se miraba en aquel espejo mágico, recordaba las palabras de su abuela y se inspiraba para perseguir sus propios sueños.

Sabía que aunque su abuela ya no estuviera físicamente presente, siempre estaría allí guiándola desde algún lugar especial.

Y así fue como Sofía aprendió que los objetos pueden tener historias sorprendentes detrás de ellos y que incluso los encuentros fortuitos pueden traer mensajes inspiradores. Aprendió a valorar las conexiones familiares y a nunca dejar de soñar en grande.

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