El Espejo de los Sueños



En un pequeño y olvidado pueblo, vivía una niña llamada Luna. Luna era una niña pobre, y aunque su vida era modesta, llenaba su hogar con risas y sueños. Su mayor posesión era una escoba vieja que usaba para ayudar a su madre en las tareas del hogar. Desde que tenía memoria, Luna solía mirar la escoba y soñar con aventuras más allá de su pequeño pueblo.

Un día, mientras barría la puerta de su casa, Luna notó un destello en un rincón oscuro del patio. Curiosa, se acercó y, al mover algunas hojas secas, encontró un espejo pequeño y polvoriento.

- ¡Qué hermoso! - dijo Luna, limpiando el cristal. En cuanto su reflejo se vio, notó algo extraño. - ¿Por qué no tengo un vestido de colores como las nubes?

De repente, el espejo comenzó a brillar intensamente y una voz melodiosa salió de él.

- ¡Hola, Luna! Soy el Espejo de los Sueños. Puedo ayudarte a hacer tus deseos realidad, pero tendrás que usar tu imaginación.

Luna abrió mucho los ojos, emocionada.

- ¿De verdad? ¡Quiero ver el mundo!

- Entonces, imagina un barco hermoso que navegue por los cielos. - dijo el espejo.

Al instante, en lugar de su escoba, apareció un barco volador de colores vibrantes, con enormes velas.

- ¡Mirá, mamá! - gritó Luna. Su madre salió y quedó boquiabierta.

- ¡Qué maravilla, mi amor! Pero, ¿dónde irás con eso?

Luna, con su espíritu aventurero, respondió:

- Quiero conocer el arca de Las Nubes. ¡Siempre supe que las nubes son un lugar mágico!

Así que con el guiño del espejo, Luna saltó a su barco y despegó hacia el cielo. Al llegar, se sorprendió al ver un arco iris que brillaba como un puente.

- ¡Bienvenida al arca de Las Nubes! - dijo un pequeño ser alado llamado Nimbus. - Pero debes saber que aquí no todo es diversión. También hay retos que debes enfrentar para disfrutar de la magia.

- Estoy lista para lo que venga - afirmó Luna valientemente.

Ahora, el primer reto. Nimbus le dijo:

- Debes ayudar a las nubes a organizarse. Algunas están desordenadas y no pueden llevar la lluvia a la Tierra. ¿Puedes hacerlo?

Luna pensó durante un momento.

- Hmm... ¡puedo usar mi escoba! - exclamó mientras recordaba su viejo instrumento en casa.

Nimbus la miró con curiosidad.

- Pero no tienes la escoba aquí.

Y Luna, con una chispa en los ojos, sonrió.

- ¡Pero puedo recordar cómo hacerlo! Si imagino cómo barrer las nubes, tal vez funcione.

Concentrándose, Luna cerró los ojos y comenzó a mover sus brazos como barredera, imaginando el movimiento de su escoba. Al abrirlos, vio cómo las nubes comenzaron a alinearse.

- ¡Lo hiciste! - saltó Nimbus mientras las nubes se colocaban en su lugar.

Luego, el segundo reto llegó:

- Necesitamos alegría aquí. Las nubes están tristes y no quieren llover. ¿Puedes ayudarlas?

Luna recordó todas las risas y juegos con sus amigos del pueblo y, al instante, decidió compartir esos momentos con las nubes.

- ¡Vamos, cuenten un chiste las unas a las otras! ¡Bailen en el viento! - las alentó.

Las nubes empezaron a reír y a jugar a las escondidas en el cielo, dejando caer pequeñas gotas de alegría que iluminaban el arca.

- ¡Bravo, Luna! - exclamó Nimbus. - Ahora están listas para la lluvia.

Finalmente, el último reto era probar su valentía.

- En el horizonte, una tórrida tormenta se acerca, y sólo tú puedes calmarla. ¿Te atreves?

Sin pensarlo dos veces, Luna asintió. Ella sabía que debía volver a casa, pero su corazón se llenaba de valor. Así que miró hacia la tormenta y, con voz firme, dijo:

- ¡Por favor, mi querida tormenta, regresa a casa! Hay mucha luz y alegría aquí. ¡La lluvia puede esperar un momento!

Para su sorpresa, la tormenta comenzó a calmarse, las nubes se reorganizaron y la luz del sol comenzó a brillar nuevamente.

Nimbus la miró con admiración.

- ¡Eres muy valiente! Ahora, gracias a ti, las nubes están felices y las aguas llegarán a la Tierra.

Luna sonrió, su corazón rebosante de alegría.

- Pero ahora tengo que regresar a casa.

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El espejo la iluminó de nuevo y en un parpadeo, Luna se encontró de vuelta en su patio, con su escoba en mano, más feliz que nunca.

Su madre la miró y con cariño le preguntó:

- ¿Dónde estuviste, hija?

- En el arca de Las Nubes, mamá. ¡Aprendí que los sueños pueden hacerse realidad si somos valientes y amigables!

Desde ese día, Luna se convirtió en la niña más feliz del pueblo. Aprendió que, aunque no tuviese riquezas, en su corazón siempre habría magia y que cada día estaba lleno de aventuras esperando ser descubiertas.

Y cuando las nubes caían, Luna no solo recordaba su viaje, sino que también sabía que con cada lluvia, los sueños regaban el campo para florecer.

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Y así, Luna siguió siendo una niña valiente, lista para enfrentar lo desconocido y ayudar a otros a soñar. La escoba, por siempre, sería un símbolo de su aventura mágica, recordándole que la valentía y la amabilidad siempre abren caminos hacia lo increíble.

FIN.

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