El Espejo Encantado
Había una vez una pequeña niña llamada Jacinta que vivía con su mamá y papá en medio de un hermoso bosque. Jacinta era muy feliz, pero siempre se preguntaba cómo sería vivir como los niños de la ciudad.
Un día, mientras jugaba cerca del río, Jacinta encontró un espejo mágico. Al mirarse en él, vio reflejada a una niña que vivía en la ciudad, rodeada de lujos y comodidades.
Esta imagen despertó su curiosidad y decidió pedirle al espejo que le mostrara cómo sería su vida si viviera como esa niña. De repente, el espejo comenzó a brillar intensamente y transportó a Jacinta a un mundo completamente diferente.
Ahí estaba ella, en una casa grande con todas las comodidades que siempre había imaginado: una cama enorme para dormir, un baño con inodoro para hacer pichí y hasta un desayuno lleno de frutas exóticas.
Jacinta estaba emocionada por todas estas novedades, pero pronto se dio cuenta de algo extraño. A pesar de tener todo lo que deseaba materialmente, no se sentía tan feliz como pensaba que estaría. Extrañaba el sonido del viento entre los árboles del bosque y el olor fresco de la naturaleza.
Un día decidieron visitar el bosque donde solían vivir antes. Mientras caminaban entre los árboles, Jacinta recordó lo maravilloso que era sentirse parte de la naturaleza. Entendió entonces cuánto amaba su hogar en el bosque junto a sus padres.
"- Mamá, papá, quiero volver a casa. Extraño la tranquilidad del bosque y todas las aventuras que vivíamos juntos", dijo Jacinta con tristeza. Sus padres sonrieron y comprendieron el deseo de su hija.
Juntos, regresaron al espejo mágico y le pidieron que los llevara de vuelta a su hogar en el bosque.
El espejo brilló nuevamente y en un abrir y cerrar de ojos, Jacinta se encontraba rodeada por los árboles altos y la paz del lugar que tanto amaba. Desde ese día, Jacinta valoró aún más su vida en el bosque. Aprendió que no importa cuántas cosas materiales tengamos, lo más importante es estar rodeados de amor y naturaleza.
Comenzó a apreciar cada momento junto a sus padres, disfrutando de las pequeñas alegrías que les brindaban juntos.
Y así fue como Jacinta comprendió que el verdadero tesoro no está en las cosas materiales, sino en los momentos compartidos con aquellos que amamos y en la belleza de la naturaleza que nos rodea. Desde entonces, Jacinta nunca dejó de explorar el bosque junto a sus padres. Cada día era una nueva aventura llena de aprendizaje y diversión.
Y aunque ella seguía soñando con cómo sería vivir como niños de la ciudad, siempre recordaba lo valioso que era tener un hogar lleno de amor y naturaleza.
FIN.