El Espejo Mágico del Rey Filiberto



Hace mucho, mucho tiempo, en un lejano reino, vivía el rey más presumido que jamás haya existido. Se llamaba Filiberto y lo que más le gustaba era mirarse en su espejo mágico que llevaba consigo a todas partes. Era un espejo grande y reluciente, que reflejaba no solo su imagen, sino también sus pensamientos más vanidosos.

Un día, mientras paseaba por el bosque montado en su hermoso caballo, Filiberto se detuvo frente a un estanque. Mirando su reflejo en el agua, dijo: "¡Soy el rey más apuesto de todo el mundo! No hay nadie que se compare a mí!".

En ese momento, una pequeña rana, que estaba en una piedra cercana, le respondió: "No te equivoques, rey Filiberto. La belleza no lo es todo."

Sorprendido, Filiberto se inclinó hacia adelante y preguntó: "¿Qué sabés vos de la belleza?".

La rana, con una voz serena, contestó: "La verdadera belleza se encuentra en cómo tratamos a los demás, no solo en lo que vemos en el espejo." Y con eso, saltó al agua y desapareció.

Filiberto, indignado, volvió al castillo, desechando las palabras de la rana. Sin embargo, a medida que pasaban los días, comenzó a notar que a su alrededor, la gente del reino estaba cada vez más descontenta.

Un día, se acercó a su asistente, el buen y amable Sir Gaton. "¿Por qué los habitantes parecen tan tristes?" preguntó Filiberto.

Sir Gaton, un gato sabio, respondió: "Su Majestad, la gente está cansada de escuchar solo sobre usted y su belleza. Quieren sentirse valorados también."

Filiberto, un poco confundido aun, decidió organizar un gran banquete para su reino. Cuando el día llegó, se colocó su mejor atuendo y llevó su espejo consigo. Mientras iba saludando a cada uno de sus súbditos, solo se miraba a sí mismo en el espejo y exclamaría cosas como: "Miren qué hermoso soy!".

Al final de la cena, un niño pequeño se acercó y le dijo: "Rey Filiberto, ¿puedes ayudarnos? La cosecha de este año ha sido mala y no tenemos suficiente comida."

Filiberto, frustrado porque nadie hablaba de su aspecto, respondió: "¿Y a mí qué me importa eso?".

Al oír esto, el niño bajó la mirada y se alejó triste. Por primera vez, el rey sintió una punzada en su corazón. Reflexionó sobre las palabras de la rana y de Sir Gaton.

Esa noche, mientras se miraba en su espejo, pensó en lo que había escuchado. "Quizás no estoy haciendo lo correcto al ser tan egoísta".

Decidido a cambiar, al día siguiente, convocó a todos los ciudadanos del reino al castillo. "Queridos amigos, me doy cuenta de que he sido un rey muy vanidoso y no he prestado atención a sus necesidades. Desde hoy, quiero ayudarles, quiero ser un mejor rey".

Los habitantes se miraron sorprendidos y luego comenzaron a sonreír. "Estamos felices de que reconozcas tus errores, rey Filiberto".

Filiberto trabajó arduamente junto a su gente, ayudando a sembrar los campos y organizando ferias para recaudar fondos para aquellos que lo necesitaban. Poco a poco, el reino comenzó a prosperar, y los súbditos lo admiraban no solo por su apariencia, sino por su generosidad.

Un día, mientras paseaba nuevamente por el bosque, se encontró con la rana. "¡Te he encontrado!" le dijo Filiberto.

La rana sonrió y dijo: "¿Y qué aprendiste, rey?".

Filiberto sonrió también y respondió: "Que la verdadera belleza radica en ser un buen rey y cuidar de mi pueblo, no solo en lo que veo en el espejo".

Y así, el rey Filiberto aprendió la importancia de la humildad y el trabajo en equipo, y se convirtió en un gobernante querido y respetado por todos, apreciando no solo su reflejo, sino el reflejo de la felicidad en los rostros de su gente.

Desde entonces, el espejo que una vez fue fuente de vanidad se convirtió en un símbolo de su compromiso con los demás, y nunca volvió a ser lo mismo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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