El espíritu de la casa nueva


Había una vez una familia llamada los García que decidió mudarse a una casa antigua en las afueras de la ciudad. La casa era grande y hermosa, pero tenía un aire misterioso que no pasó desapercibido para los García.

"¡Qué linda es nuestra nueva casa!" - exclamó Martina, la hija menor de la familia, mientras exploraba cada rincón con curiosidad. "Sí, es muy bonita, pero algo me da escalofríos", dijo mamá García con un tono preocupado.

Desde la primera noche en la casa, empezaron a suceder cosas extrañas. Se escuchaban pasos en el pasillo cuando todos estaban en sus habitaciones y las luces parpadeaban sin razón aparente.

Pero lo más inquietante ocurría cerca de la escalera de caracol que conducía al ático. Una noche, Martina se despertó sobresaltada por un ruido proveniente del ático. Intrigada, decidió subir sigilosamente la escalera de caracol.

Al llegar arriba, vio sombras moviéndose y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. "¿Quién está ahí?" - preguntó temerosa. De repente, una voz susurrante respondió: "Soy el espíritu de la casa. Estoy atrapado aquí desde hace mucho tiempo".

Martina sintió compasión por el espíritu y decidió ayudarlo a encontrar paz. Con valentía, investigó la historia de la casa y descubrió que el espíritu era de un niño que había vivido allí hace muchos años y se había perdido en el ático.

Con esta información, Martina ideó un plan para liberar al espíritu. Reunió a su familia junto a la escalera de caracol una noche oscura y les contó todo lo que había descubierto.

"Debemos ayudar al niño a encontrar su camino hacia la luz para que pueda descansar en paz", explicó Martina con determinación. Juntos, los García siguieron las indicaciones del niño fantasma y lograron abrir una puerta secreta en el ático que llevaba a un antiguo pasadizo.

Al final del pasadizo encontraron una vieja caja con juguetes olvidados que pertenecían al niño. Al ver sus juguetes después de tanto tiempo, el espíritu del niño sonrió y finalmente pudo cruzar hacia la luz desapareciendo lentamente ante los ojos sorprendidos de los García.

Desde ese día, la casa antigua ya no estaba llena de presencias extrañas y fenómenos inexplicables.

La familia García vivió feliz sabiendo que habían ayudado a un espíritu necesitado y aprendieron que incluso en los lugares más oscuros puede haber luz si tenemos valentía y compasión en nuestros corazones.

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