El espíritu de la mansión
Había una vez tres valientes amigas llamadas Sofía, Valentina y Juana. Eran aventureras y siempre estaban en busca de emociones fuertes. Un día, decidieron explorar la mansión embrujada que se encontraba al final del pueblo.
La mansión había estado abandonada durante muchos años y se decía que estaba llena de misterios y criaturas aterradoras. A pesar de los rumores, las chicas no tenían miedo y estaban emocionadas por lo que podrían encontrar allí.
Cuando llegaron a la mansión, notaron que todas las ventanas estaban rotas y las puertas chirriaban al abrirse. El lugar estaba oscuro y lleno de telarañas. Las chicas caminaron lentamente por los pasillos, con sus linternas en mano.
De repente, escucharon un ruido proveniente del sótano. Se miraron entre sí con emoción y decidieron bajar para investigar qué era lo que había allí abajo. Al llegar al sótano, descubrieron una pequeña puerta oculta detrás de unas cajas viejas.
La abrieron cuidadosamente y fueron recibidas por una escalera empinada que conducía a un espacio subterráneo desconocido. Bajaron cautelosamente hasta llegar a una habitación secreta donde encontraron un extraño libro antiguo sobre criaturas sobrenaturales.
Mientras lo hojeaban, escucharon unos pasos acercándose rápidamente hacia ellos. -¡Rápido! ¡Escondámonos! -susurró Valentina mientras señalaba un armario cercano. Las chicas se metieron dentro del armario justo antes de que la puerta se abriera.
Desde su escondite, vieron a una criatura alta y temible entrar en la habitación. Tenía garras afiladas y ojos brillantes. La criatura comenzó a buscar por toda la habitación, pero no encontraba nada fuera de lo normal.
Las chicas estaban asustadas, pero también estaban decididas a descubrir qué era lo que estaba ocurriendo en esa mansión embrujada. Sofía tuvo una idea brillante. Sacó el libro antiguo de su mochila y encontró una página sobre cómo calmar a las criaturas sobrenaturales.
Rápidamente leyó en voz baja las palabras mágicas que aparecían en el libro. Para sorpresa de todos, la criatura dejó de buscar y miró directamente hacia donde estaban escondidas las chicas. Pero esta vez, no parecía estar enfadada ni asustada.
-¿Quiénes son ustedes? -preguntó la criatura con una voz grave pero amigable. Las chicas salieron tímidamente del armario y explicaron que solo estaban allí para explorar y descubrir los secretos de la mansión embrujada. La criatura sonrió y les contó su historia.
Resulta que ella era un espíritu guardián que había estado protegiendo la mansión durante años. Había sido malinterpretada como una amenaza debido a su apariencia aterradora, pero en realidad solo quería mantener alejados a los intrusos peligrosos.
Las chicas se disculparon por haberlo juzgado sin conocerlo primero y prometieron ayudarlo a cambiar su imagen ante el resto del pueblo. Juntos, trabajaron para limpiar y arreglar la mansión embrujada.
Las chicas organizaron visitas guiadas donde contaban la historia del espíritu guardián y cómo había protegido el lugar durante tanto tiempo. El pueblo comenzó a ver al espíritu guardián como un amigo en lugar de un enemigo.
La mansión se convirtió en un punto turístico popular, y las chicas recibieron reconocimiento por su valentía y compasión hacia los seres sobrenaturales. La historia de Sofía, Valentina y Juana enseña que no debemos juzgar a alguien por su apariencia o lo que otros digan sobre ellos.
Todos merecen una oportunidad para mostrar quiénes son realmente, sin importar cuán diferentes puedan parecer. Y con amabilidad y comprensión, podemos cambiar la percepción de los demás y construir relaciones basadas en el respeto mutuo.
FIN.