El espíritu de la tierra defendida



En lo profundo de la selva colombiana vivía una comunidad indígena afrocolombiana llamada Yuruparí.

Estos valientes y sabios habitantes cuidaban con amor y respeto de su tierra, de sus ríos llenos de vida y de sus bosques rebosantes de flora y fauna. Un día, llegaron a Yuruparí unas grandes multinacionales en busca de oro. Traían consigo maquinaria pesada que empezó a destrozar el hermoso paisaje natural donde vivían los indígenas.

La minería comenzó a provocar una terrible destrucción en el ecosistema, contaminando los ríos y dejando sin agua a la población. Los ancianos del pueblo se reunieron para buscar una solución ante esta catástrofe que amenazaba con acabar con su hogar.

Fue entonces cuando recordaron una antigua leyenda sobre un espíritu protector de la naturaleza llamado Amanecer Dorado. "- Debemos encontrar al Amanecer Dorado para que nos ayude a detener esta devastación causada por las multinacionales - dijo el sabio anciano Taita Kukulú.

Los jóvenes guerreros del pueblo se ofrecieron voluntarios para emprender la búsqueda del Amanecer Dorado. Recorrieron montañas, cruzaron ríos y exploraron cuevas oscuras hasta llegar al corazón mismo del bosque sagrado donde se decía que habitaba el espíritu protector.

Allí, entre la luz dorada que filtraba entre las hojas de los árboles centenarios, apareció ante ellos el majestuoso Amanecer Dorado en forma de jaguar luminoso. "- ¿Por qué nos buscan, jóvenes guerreros? - rugió el jaguar con voz profunda pero amable.

Los jóvenes le contaron sobre la devastación que causaban las multinacionales en su tierra, sobre la falta de agua, la pérdida de flora y fauna, y cómo estaban luchando por salvar su hogar.

El Amanecer Dorado escuchó atentamente y les dijo: "- La fuerza está en ustedes mismos. Deben unir sus corazones con la naturaleza para vencer cualquier adversidad. "Con renovadas fuerzas y determinación, los jóvenes regresaron a Yuruparí dispuestos a enfrentarse a las multinacionales y proteger su tierra.

Organizaron protestas pacíficas, difundieron información sobre los peligros de la minería indiscriminada y lograron sensibilizar a muchas personas en todo el país.

Finalmente, gracias al esfuerzo conjunto de toda la comunidad indígena afrocolombiana Yuruparí y al apoyo recibido por parte de otros grupos ambientalistas, se logró detener la minería ilegal en esa región. Los ríos volvieron a fluir limpios, los árboles reverdecieron nuevamente y los animales regresaron a habitar su hábitat natural.

Y así fue como Yuruparí demostró al mundo entero que cuando hay unidad, amor por la naturaleza y determinación para luchar por lo justo, se pueden lograr grandes cambios positivos incluso frente a las mayores adversidades.

FIN.

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