El Espíritu del Mercado



En un pequeño pueblo llamado Villanueva, la economía se había debilitado. Las tiendas estaban cerradas, el mercado parecía desierto y la alegría de sus habitantes se estaba apagando como una vela en la tormenta. Pero un día, todo cambió gracias a un espíritu llamado Brillo, que vivía en el antiguo roble del parque.

Brillo era un espíritu juguetón y sabio, que había estado observando el triste panorama. Decidió que era hora de actuar y ayudar a sus amigos. Una noche, decidió visitar a la joven Clara, una emprendedora que soñaba con abrir su propia tienda de dulces.

-Las luces de tu tienda brillarán, Clara. -le susurró Brillo, mientras jugaba con un rayo de luna.

Clara se despertó, sorprendida y emocionada, pensando que era solo un sueño. Pero al día siguiente, cuando salió al mercado, vio un letrero en la plaza que decía: "Gran Feria de Villanueva". Las tiendas del pueblo se unieron para participar y Clara no podía perderse la oportunidad.

Durante la preparación de la feria, Brillo se convirtió en un pequeño ayudante invisibles, asegurándose de que todos tuvieran lo necesario.

-¿Tenés suficiente azúcar, don Miguel? -preguntó Brillo mientras hacía flotar un saco de azúcar hacia él.

-Sí, sí, claro, pero... ¡¿quién dijo eso? ! -exclamó don Miguel, mirando a su alrededor.

-Solo soy un espíritu que quiere ayudar, no te asustes. -contestó Brillo entre risas.

Así, Brillo ayudó a cada comerciante en la feria. Con su energía mágica, los productos comenzaron a tener colores vibrantes y los aromas se volvían irresistibles. Las galletitas de Clara, que antes no podían cubrir los gastos, empezaron a volar.

-¡Están riquísimas! -decía uno de los niños del pueblo mientras devoraba una galleta de fresa.

Pero mientras la feria se acercaba, un oscuro nubarrón de envidia planeaba sobre Villanueva. Un comerciante de un pueblo vecino, llamado Rufián, decidió sabotear el evento.

-Más vale que todo salga mal para esos pobrecillos. -mascullaba Rufián mientras tramaba su plan.

El día de la feria, Rufián vertió un polvo de mala suerte sobre los productos de Villanueva en la oscuridad de la noche. Pero Brillo, atento a la situación, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.

-¡No puedo dejar que eso ocurra! -exclamó Brillo, y en un abrir y cerrar de ojos, un viento suave empezó a soplar.

Bailando entre los puestos, logró desviar el polvo de Rufián, llenando el aire con un aroma a fruta fresca. Cuando el sol brilló por encima de las calles, los residentes de Villanueva comenzaron a llegar a la feria.

-Miren lo que han hecho con este mercado. ¡Todo se ve increíble! -gritó Clara llena de emoción.

La feria fue un éxito rotundo: el sonido de risas, juegos infantiles y el aroma de los dulces inundaba el aire. A medida que el sol se iba poniendo, los comerciantes estaban felices, la comunidad estaba unida y la economía de Villanueva comenzaba a renacer.

-Gracias, Brillo. No sé cómo lo hiciste, pero esto ha sido mágico. -dijo Clara, mirando hacia el viejo roble.

Brillo apareció ante ella en una nube de brillo. -Siempre estaré aquí para ayudar a quienes luchan. La unión y la creatividad son las claves para el éxito. Nunca olvides eso, Clara. -

Y así, con el espíritu del mercado siempre presente, Villanueva aprendió a ayudarse mutuamente, a creer en sus sueños y a vivir en armonía, porque la verdadera magia estaba en la comunidad que habían creado juntos.

FIN.

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