El Espiritu Navideño de Yaiza



Era la mañana de Navidad y Yaiza despertó con una gran sonrisa en su rostro. Su habitación estaba decorada con luces brillantes y un árbol de Navidad lleno de adornos. Con su pelo moreno ondeando al viento mientras corría, decidió que quería hacer algo muy especial en este día.

"¡Mamá! ¡Hoy quiero hacer algo diferente!" - exclamó Yaiza.

"¿A qué te referís, cariño?" - respondió su madre, sonriendo mientras preparaba el desayuno.

"Quiero regalar sonrisas en lugar de regalos. Tal vez podamos llevar algo a los vecinos que no lo estén pasando bien."

Su madre sonrió con orgullo por la idea de su hija. Yaiza y su mamá prepararon algunas galletas que habían horneado la tarde anterior. Además, recogieron algunos juguetes que Yaiza ya no usaba, pero que estaban en buen estado.

"Vamos a hacer una lista de nuestros vecinos" - sugirió Yaiza.

Mientras hacían la lista, recordaron a Don Carlos, un hombre mayor que siempre les contaba historias y a la señora Rosa, que vivía sola y a veces se veía un poco triste.

"¿Por qué no le llevamos algo a cada uno de ellos?" - preguntó su mamá, animada por la idea.

Con la lista en mano y las manos llenas de galletas y juguetes, salieron a la calle. La nieve caía suavemente, cubriendo todo con un manto blanco. Cuando llegaron a la casa de Don Carlos, tocaron el timbre.

"¡Feliz Navidad, Don Carlos!" - gritaron al unísono.

Don Carlos abrió la puerta, sus ojos se iluminaron.

"¡Ah, qué sorpresa!" - dijo con una sonrisa. "¿Qué los trae por aquí?" -

"Trajimos unas galletitas y un jueguito que ya no uso. ¡Esperamos que te alegren el día!" - respondió Yaiza, llena de entusiasmo.

Don Carlos se emocionó y los invitó a pasar. Juntos pasaron la tarde contando historias, riéndose y compartiendo recuerdos. Antes de irse, ya era tarde y la noche había caído, Don Carlos les dijo:

"Gracias, pequeñas. Ustedes son el verdadero regalo de esta Navidad".

Yaiza y su mamá continuaron su recorrido, y cada casa que visitaron, como la de la señora Rosa, fue recibida con alegría. Al final del día, regresaron a casa con el corazón lleno de amor.

Yaiza se sintió muy feliz. Mientras cenaban, su mamá le preguntó:

"¿Te divertiste?"

"Sí, mamá. Me di cuenta que dar es mucho más lindo que recibir" - afirmó Yaiza con firmeza.

Y así, aquella Navidad se convirtió en un recuerdo inolvidable, donde Yaiza aprendió que el verdadero espíritu navideño no se trata solo de los regalos, sino de compartir y hacer felices a los demás.

Desde aquel día, Yaiza decidió que cada Navidad haría algo especial por los demás, y sus acciones contagiaron a sus amigos y vecinos, creando una hermosa tradición en su comunidad.

Así, con su pelo moreno brillando al sol cada mañana, Yaiza se convirtió en una pequeña embajadora de la alegría y el amor en cada Navidad.

FIN.

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