El Espíritu Santo en nosotros



Había una vez un grupo de niños muy divertidos y curiosos que asistían a catequesis todos los sábados por la tarde. Un día, la catequista les habló sobre el Espíritu Santo y cómo se manifiesta en nuestras vidas.

Los niños estaban emocionados por aprender más sobre este tema tan interesante y decidieron decorar la iglesia para celebrar la fiesta de Pentecostés. Armados con pinturas, papel crepé y globos, se pusieron manos a la obra.

Mientras trabajaban, uno de los niños preguntó: "Catequista, ¿dónde está el Espíritu Santo?". La catequista sonrió dulcemente y respondió: "El Espíritu Santo está en todas partes, pero especialmente en nuestros corazones".

Los niños quedaron sorprendidos ante esta respuesta y comenzaron a preguntarse cómo era posible que algo tan grande pudiera estar dentro de ellos mismos. La catequista notó su confusión y decidió contarles una historia que había escuchado cuando era niña.

"Hace mucho tiempo", comenzó a narrar, "existía un reino donde vivían dos hermanas llamadas Fuerza y Amor. Fuerza era valiente e imponente mientras que Amor era dulce y cariñosa". "Un día", continuó la catequista, "un pequeño niño llegó al reino buscando refugio.

Estaba cansado y triste porque había perdido su camino. Fuerza lo abrazó fuertemente mientras Amor le ofrecía una taza de té caliente". "De repente", dijo la catequista con entusiasmo, "el niño se dio cuenta de que dentro de su corazón había algo muy especial.

Era el Espíritu Santo, que lo había guiado hasta allí para enseñarle una lección". Los niños escuchaban atentamente y no podían esperar a saber cuál era la lección que el Espíritu Santo quería enseñar al pequeño niño.

La catequista sonrió y concluyó: "La lección es que todos tenemos un poco de Fuerza y Amor dentro de nosotros, pero también tenemos al Espíritu Santo en nuestro corazón para ayudarnos a encontrar nuestro camino".

Los niños quedaron impresionados por esta historia y decidieron decorar la iglesia con mensajes sobre la Fuerza, el Amor y el Espíritu Santo. Cuando llegó el día de Pentecostés, los feligreses se sorprendieron al ver lo hermosa que estaba la iglesia.

Pero lo más importante fue que los niños aprendieron una valiosa lección: si escuchamos nuestra propia fuerza interior y dejamos que el amor nos guíe, siempre encontraremos nuestro camino gracias al Espíritu Santo que vive en nuestros corazones.

FIN.

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