El estanque de la amistad
En un hermoso estanque, lleno de hojas verdes y flores coloridas, vivían cuatro amigos muy distintos: Rana Saltarina, Pez Dorado, Libélula Brillante y Tortuga Sabia. Aunque compartían el mismo hogar, cada uno tenía su propia forma de ser y, al principio, no se llevaban nada bien.
Rana Saltarina era muy alegre y le encantaba saltar de una hoja a otra. Pero a menudo decía:
"¡No soporto al Pez Dorado! Siempre anda nadando y nunca se une a mis juegos!"
El Pez Dorado, que pasaba sus días explorando las profundidades del estanque, le respondía:
"¡Y a mí no me gusta que estés brincando todo el tiempo! Me pones nervioso."
En el aire, Libélula Brillante revoloteaba, posándose en las flores. A menudo se reía de los demás:
"¡Miren a la Rana Saltarina, siempre saltando, y al Pez Dorado, siempre nadando! ¡Qué aburrido!"
Por su parte, Tortuga Sabia, que siempre tomaba su tiempo, decía con una voz tranquila:
"Un poco de paciencia, amigos. Todos somos diferentes y eso es lo que hace que este estanque sea especial."
Sin embargo, nadie le prestaba atención. Al final del día, cada uno se alejaba a su rincón, quejándose de los demás.
Una mañana, una noticia preocupante llegó al estanque. La sequía había comenzado y el agua del estanque empezaba a disminuir.
"¡Oh no! ¿Qué vamos a hacer sin agua?" - exclamó Rana Saltarina, mientras miraba con preocupación el nivel del agua.
"Tendremos que buscar una solución juntos, aunque no nos llevemos bien." - sugirió Tortuga Sabia.
Sin embargo, los otros no parecían estar dispuestos a colaborar.
"¿Cómo vamos a unirnos? Somos tan diferentes. ¡Hasta no puedo ni nadar!" - se quejó Pez Dorado.
"¡Pero yo puedo saltar! Quizás pueda encontrar un lugar con más agua!" - se emocionó Rana Saltarina.
Entonces, una idea brillante surgió en la mente de Libélula Brillante.
"¡Espera! Si volamos juntos, Rana puede guiarnos a nuevas áreas, y Pez Dorado puede mostrarnos dónde hay más agua. Y Tortuga, tú eres la más sabia de todas; puedes ayudarnos a organizar todo."
Los otros se miraron. Aunque aún había dudas, decidieron intentar unir fuerzas.
Rana Saltarina lideró el camino, saltando de un lado a otro, mientras Pez Dorado nadaba cerca de la superficie, buscando charcos de agua.
"¡Por allá! ¡Hay un pequeño estanque!" – gritó, emocionada, señalando hacia un charco más al fondo.
Libélula Brillante volaba alto, observando el paisaje desde arriba y guiándolos con su canto.
"¡Sigan por aquí! ¡Estamos cerca!"
Tortuga Sabia, aunque lenta, fue la que llenó de calma al grupo.
"Recuerden, un paso a la vez. Lo importante es mantenernos juntos."
Después de una larga travesía, finalmente llegaron a un nuevo estanque, un lugar lleno de agua fresca. Todos estaban muy alegres, pero también se dieron cuenta de que, sin su trabajo en equipo, jamás lo habrían encontrado.
"¡Lo logramos! ¡Estamos juntos!" - exclamó Rana Saltarina.
"¡Y lo hicimos trabajando en equipo!" - sonrió Pez Dorado.
"Yo pensé que estaba sola, pero realmente podemos ser diferentes y aún así ser amigos," - dijo Libélula Brillante.
"Recordemos esto la próxima vez que queramos quejarnos de nuestras diferencias," - agregó Tortuga Sabia, sonriendo con sabiduría.
Y así, los cuatro aprendieron que la diversidad era su mayor fortaleza. Desde entonces, el estanque no solo fue un lugar para compartir, sino un hogar lleno de amistad, donde cada uno valoraba lo que su compañero podía aportar.
Viviendo en armonía, se dieron cuenta de que sus diferencias no solo eran aceptadas, sino que las hacían aún más especiales.
FIN.