El estrecho de las palabras




En un pequeño pueblo costero, vivía Martín, un niño curioso y travieso que siempre estaba en busca de aventuras. Un día, mientras paseaba por la orilla del mar, se encontró con un anciano pescador llamado Don Manuel.

Don Manuel siempre estaba pescando en el estrecho de las palabras, un lugar mágico donde las palabras se convertían en peces. Le explicó a Martín que las palabras eran como peces: algunas eran ligeras y flotaban en el agua, mientras que otras, más pesadas, se hundían hasta el fondo del mar. El anciano le advirtió a Martín que debía tener cuidado con las palabras que usaba, ya que unas pocas palabras pesadas podían hundir a cualquiera.

Intrigado por la idea, Martín decidió visitar el estrecho de las palabras por sí mismo. Con un frasco en la mano, se adentró en el agua y empezó a pronunciar palabras. 'Amor', dijo, y vio cómo un pez brillante y ligero saltaba dentro de su frasco. Luego, pronunció 'Odio', y presenció cómo un pez oscuro y pesado se hundía rápidamente.

Esa noche, Martín no podía dejar de pensar en las palabras que había visto convertirse en peces. Al día siguiente, se encontró con su amiga Sofía en la escuela. Sofía estaba triste porque otros niños le habían dicho palabras hirientes. Entonces, Martín le contó sobre el estrecho de las palabras y cómo las palabras podían lastimar como peces pesados.

'¿Crees que eso es verdad?' preguntó Sofía.

'Lo voy a demostrar', respondió Martín. Juntos, se dirigieron al estrecho de las palabras. Al llegar, Sofía pronunció 'Valentía', y vio cómo un pez dorado y reluciente aparecía en el agua. Luego, Martín pronunció 'Discúlpame', y un pez plateado y ágil nadó en su frasco.

A partir de ese día, Martín y Sofía se convirtieron en guardianes del estrecho de las palabras. Aprendieron a usar palabras amables y alentadoras, y ayudaron a otros niños a comprender el poder de sus propias palabras. Pronto, todo el pueblo se unió a ellos, y juntos crearon un ambiente en el que las palabras ligeras y positivas brillaban en el estrecho de las palabras.

El estrecho se llenó de peces radiantes y coloridos, y el pueblo floreció con la alegría y la bondad que todos compartían. Martín y Sofía aprendieron que las palabras podían ser herramientas poderosas para construir en lugar de destruir, y el estrecho de las palabras se convirtió en un recordatorio constante de la importancia de elegir con cuidado las palabras que decimos.

FIN.

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