El examen de la valentía



Había una vez una niña llamada Lucía que tenía un perro muy especial llamado Max. Max era un Golden Retriever juguetón y siempre estaba al lado de Lucía, especialmente en los momentos difíciles. Pero un día, Lucía salió de la escuela con la cabeza gacha y las lágrimas corriendo por su rostro. Había fallado en un examen muy importante de matemáticas.

Cuando llegó a casa, Max la recibió saltando, tratando de alegrar su día.

"¡Lucía! ¡Mirá lo que traje!" –dijo mientras movía su cola con entusiasmo.

"No puedo jugar ahora, Max… fallé en mi examen..." –suspiró Lucía, sentándose en el sofá.

Max se acercó y le puso su pata en la rodilla.

"¡Vamos, amiga! Hiciste lo mejor que pudiste. Todos pueden tener un mal día, incluso yo tengo días en los que no puedo atrapar la pelota" –dijo Max con un tono de ánimo.

Lucía sonrió débilmente. Aunque no podía hablar, ella sabía que su compañero estaba tratando de consolarla.

"Pero no entiendo. Estudié tanto y me esforcé. ¿Por qué no salió bien?" –preguntó Lucía mientras miraba por la ventana.

"Quizás no es solo sobre el examen, sino sobre aprender y crecer. ¿Qué crees que puedes hacer mejor la próxima vez?" –sugirió Max, como si fuera un sabio profesor.

Después de un largo momento de silencio, Lucía comenzó a pensar.

"Quizás podría pedir ayuda a mi profesora... o practicar más en casa con vos" –dijo, viendo a Max que hacía movimientos alegres con su cola.

"¡Eso suena como un buen plan! Y no olvides, siempre hay una segunda oportunidad. Cada error nos enseña algo nuevo" –respondió Max mientras daba vueltas en el aire.

Inspirada por las palabras de Max, Lucía decidió que no se dejaría vencer. Esa noche, se sentó en su escritorio con su libro de matemáticas y, con la ayuda de Max, comenzó a resolver problemas.

Los días pasaron, Lucía y Max se volvieron un gran equipo de estudio. Cada vez que se encontraba con una pregunta complicada, Max la animaba a seguir adelante y a no rendirse.

Cuando llegó el momento del siguiente examen, Lucía estaba nerviosa pero preparada.

"Estoy lista, Max. Vamos a dar lo mejor de nosotras" –dijo Lucía con determinación.

El día del examen fue un éxito. Lucía salió del aula sintiéndose feliz y aliviada.

"¿Cómo te fue?" –preguntó Max ansioso.

"¡Saqué un 8!" –gritó Lucía, saltando de alegría.

El corazón de Max se llenó de orgullo.

"Te lo dije, amiga. Nunca te rindas, siempre aprende de cada experiencia. ¡Estamos juntos en esto!" –respondió Max con su mejor ladrido de celebración.

Desde ese día, Lucía entendió una valiosa lección: los fracasos son parte del camino hacia el éxito y lo más importante es levantarse y seguir intentándolo, siempre con la ayuda de un buen amigo.

Y así, mientras pasaban los años, Lucía y Max aprendieron que los desafíos no eran más que oportunidades para crecer y hacerse más fuertes. Y juntos, no había nada que no pudieran enfrentar.

FIN.

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