El Fantasma Acuático


Había una vez un fantasma llamado Beto que vivía en un antiguo castillo abandonado. Beto era un fantasma muy alegre y siempre estaba buscando nuevas aventuras. Sin embargo, había algo en lo que Beto no podía participar: nadar.

Beto observaba desde lejos cómo los niños del pueblo se divertían en el río, chapoteando y riendo bajo el sol. Él soñaba con sumergirse en el agua fresca y sentir la libertad de moverse como ellos lo hacían.

Un día, mientras Beto flotaba tristemente por las sombrías habitaciones del castillo, escuchó una risa melodiosa proveniente del jardín. Se asomó por la ventana y vio a una niña llamada Sofía jugando con su perro Max cerca de la piscina.

- ¡Hola! -exclamó Sofía al ver al fantasma-. ¿Eres el famoso fantasma Beto? - Sí, soy yo -respondió tímidamente Beto-. Me encantaría poder nadar como tú y los demás niños.

Sofía se acercó a la ventana con curiosidad y dijo:- Bueno, si realmente quieres aprender a nadar, puedo enseñarte. Beto se emocionó tanto que sus ojos brillaron intensamente. - ¿De verdad? ¡Eso sería maravilloso! Así comenzaron las lecciones de natación entre Sofía y el Fantasma Beto.

Todos los días después de clase, Sofía llevaba a Beto al río para practicar lo aprendido. Aunque no podía tocar físicamente el agua, Beto seguía cada movimiento de Sofía con atención e intentaba imitarla en su forma de nadar.

Pasaron semanas y Beto comenzó a mejorar poco a poco. Aprendió a mover sus brazos como Sofía, a patear sus piernas y hasta logró flotar un poquito sobre el agua. Estaba muy orgulloso de sí mismo.

Un día, mientras practicaban en el río, Beto se dio cuenta de que había algo extraño en el agua. Una pequeña tortuga estaba atrapada entre unas ramas y no podía salir. - ¡Sofía! -gritó Beto-. ¡Ayuda! Hay una tortuguita atrapada aquí.

Sofía corrió hacia donde estaba Beto y juntos rescataron a la tortuga del peligro. La llevaron al río para que pudiera volver al agua sana y salva. - Gracias por ayudarme -dijo la tortuga con voz suave-.

Me llamo Tita, ¿y ustedes? - Yo soy Sofía y él es Beto -respondió Sofía-. Estamos aprendiendo a nadar juntos. Tita sonrió amablemente y dijo:- Eres muy valiente, Beto.

No todos los fantasmas estarían dispuestos a aprender algo tan nuevo como nadar. Has demostrado que con perseverancia e ilusión se pueden superar cualquier obstáculo. Beto sintió un gran calorcito en su corazón al escuchar las palabras de Tita.

Había descubierto que aunque no pudiera tocar físicamente el agua, nada le impediría disfrutar de su pasión por la natación. Desde aquel día, Beto siguió practicando junto a Sofía y se convirtieron en grandes amigos. Juntos exploraron nuevos lugares, rescataron animales en apuros y compartieron risas y alegrías.

El fantasma Beto había encontrado su propia forma de nadar, una que no necesitaba del contacto físico con el agua.

Descubrió que la verdadera natación estaba en su espíritu y en su pasión por vivir aventuras emocionantes junto a sus amigos. Y así, el Fantasma Beto demostró al mundo que los sueños pueden hacerse realidad si uno se lo propone con valentía y perseverancia.

Y aunque no pudiera sumergirse en el agua como los demás, siempre sería un campeón de la natación en su corazón.

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