El fantasma amistoso


. Vivía en una vieja casa abandonada en el bosque, donde solía hacer travesuras y bromas pesadas a los viajeros que se aventuraban por ahí.

Pero lo que más disfrutaba era asustar a los niños que jugaban cerca de su hogar. Un día, mientras Arnold preparaba su próxima broma, escuchó unos sollozos provenientes del exterior. Al salir al jardín, vio a un niño sentado en el suelo llorando desconsoladamente.

Se acercó sigilosamente para ver qué había pasado. "¿Qué te pasa, pequeño?"- preguntó Arnold con voz amable. El niño levantó la cabeza sorprendido al escuchar la voz del fantasma y se secó las lágrimas con la manga de su camisa.

"Me perdí en el bosque y no encuentro mi camino de regreso a casa"- dijo el niño entre sollozos. Arnold entendió inmediatamente lo que estaba pasando y decidió ayudarlo.

"No te preocupes, yo puedo guiarte hasta tu casa"- dijo Arnold ofreciéndole una mano amistosa al niño. Juntos emprendieron el camino hacia la ciudad más cercana. Durante el trayecto, Arnold le contaba historias divertidas sobre sus travesuras como fantasma y conseguía arrancarle sonrisas al pequeño. Finalmente llegaron al pueblo donde vivía el niño.

Sus padres estaban muy preocupados por él y se emocionaron al verlo sano y salvo gracias a la ayuda del fantasma bondadoso. Desde aquel día, Arnold cambió su actitud hacia los niños.

En lugar de asustarlos les hacía reír con sus ocurrencias y se convirtió en su amigo. Incluso, les enseñó a jugar juegos divertidos que no involucraban asustar a nadie.

La moraleja de esta historia es que, aunque alguien tenga una reputación negativa, siempre hay espacio para el cambio y la bondad puede surgir de cualquier lugar o persona.

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