El fantasma en busca de paz



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, dos amigos llamados Dani y Silvio.

Les encantaba explorar lugares misteriosos y emocionantes, así que cuando se enteraron de una casa embrujada en las afueras del pueblo, no dudaron en ir a investigar. La casa estaba envuelta en sombras y parecía susurrar secretos antiguos a quienes se acercaban. Dani y Silvio entraron con valentía, dispuestos a descubrir qué escondían sus oscuros pasillos y habitaciones polvorientas.

"¿Y si jugamos a los escondites aquí dentro?" -propuso Dani con entusiasmo. Silvio asintió emocionado, sin imaginar lo que les esperaba en aquella casa embrujada.

Mientras Dani contaba hasta diez con los ojos cerrados, Silvio corrió por el pasillo intentando encontrar el mejor lugar para ocultarse. Se metió detrás de un viejo armario lleno de telarañas y se mantuvo inmóvil mientras escuchaba los pasos de su amigo acercarse lentamente.

"¡Listo o no, allá voy!" -exclamó Dani mientras comenzaba a buscar a Silvio por la casa embrujada. Los minutos pasaban y Silvio seguía escondido detrás del armario, pero algo extraño comenzó a suceder. Escuchó ruidos inexplicables, como murmullos lejanos y puertas que se abrían solas.

El miedo empezó a apoderarse de él, pero recordó que era un valiente explorador junto a su amigo Dani. De repente, algo frío tocó su hombro haciéndolo saltar del susto.

Se giró rápidamente y vio una figura transparente frente a él: ¡un fantasma! Sus ojos brillaban con una luz misteriosa mientras extendía la mano hacia Silvio. "¡Dani! ¡Ayúdame!" -gritó Silvio desesperado mientras corría hacia donde creía que estaba su amigo.

Dani escuchó los gritos de Silvio y sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Corrió hacia donde provenían los sonidos y encontró a su amigo temblando frente al fantasma. "¡Tranquilo, Silvio! No tengas miedo. Seguro solo quiere jugar con nosotros" -dijo Dani tratando de calmarlo.

El fantasma parecía triste e indefenso ante la reacción asustada de los chicos. Lentamente les mostró un viejo relicario que sostenía entre sus manos espectrales. Dentro brillaba una luz cálida que iluminaba la habitación oscura.

Dani entendió el mensaje del fantasma: no todos los seres desconocidos eran peligrosos; algunos solo necesitan ayuda para encontrar paz. Decidieron ayudar al fantasma a cumplir su último deseo: llevar el relicario al altar de la iglesia del pueblo para descansar en paz finalmente.

Así, juntos emprendieron el camino hacia la iglesia bajo la luz de la luna llena, dejando atrás la casa embrujada ahora iluminada por el brillo etéreo del fantasma liberado gracias al valor y compasión de Dani y Silvio.

FIN.

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