El Fantasma, La Varita y El Volcán



En un rincón lejano del mundo, donde las nubes bailaban al ritmo del viento, había una pradera linda y verde. En esta pradera, vivía un fantasma llamado Aureliano. A diferencia de los otros fantasmas que asustaban a los humanos, Aureliano era un fantasma loco, pero no del tipo que da miedo, sino uno que siempre buscaba la diversión y la amistad.

Un día, Aureliano encontró una varita mágica vieja y polvorienta en una cueva cercana. (Su historia decía que había pertenecido a una poderosa bruja que había decidido descansar.)

"¡Qué sorpresa!" - exclamó Aureliano, girando la varita entre sus dedos.

"¿Qué haré con esto?" - pensó. Estaba seguro de que podría hacer cosas increíbles, como hacer que las flores bailaran o que las nubes tomaran forma de animales.

Sin embargo, tras varios intentos fallidos, se dio cuenta de que ¡la varita no funcionaba!"¡Ay, qué desilusión!" - se quejó Aureliano, dejándose caer en el suelo de la pradera.

"¿Cómo voy a cumplir mis sueños de magia con una varita que no sirve?" - se lamentó, dejando escapar un suspiro.

Justo en ese momento, comenzó a temblar el suelo, y unas nubes oscuras comenzaron a cubrir el cielo.

"¿Qué está pasando aquí?" - se preguntó Aureliano, mirando hacia el horizonte.

Un volcán que había estado dormido durante siglos estaba a punto de erupcionar. Las aves volaban descontroladas y los animales corrían a refugiarse. La pradera linda, que siempre había sido su hogar, peligraba.

"¡No! No puedo dejar que esto suceda" - gritó el fantasma, decidido a ayudar.

Recordó el cuento de cómo muchas veces el poder real no estaba en herramientas mágicas, sino en la valía de una buena acción. Empezó a volar por la pradera, tratando de pensar en un plan.

"¿Cómo puedo detener al volcán?" - se dijo a sí mismo, mientras las piedras comenzaban a rodar por la pendiente.

Mientras intentaba calmar a los animales y convencerlos de que se mudaran a un lugar seguro, Aureliano vio a un grupo de pequeños conejitos temerosos.

"¡Vengan!" - dijo con voz cálida. "¡Sigue mi cola! No tengan miedo, vamos hacia un lugar seguro!"

Los conejitos le hicieron caso y tomaron detrás de él. Y así, uno a uno, Aureliano fue ayudando a los demás animales a alejarse del peligro. Mientras, seguía pensando en cómo podría detener la erupción.

"A lo mejor la varita no funciona, pero tengo que creer en mí mismo" - se dijo. Con cada conejito que guiaba, su confianza crecía.

Fue entonces cuando, inspirado por su valentía y por haber logrado ayudar a tantos, decidió hacer un último intento con la varita.

"¡Varita mágica! ¡Vas a funcionar!" - gritó, mientras levantaba el objeto sobre su cabeza. "¡Detén al volcán!"

En ese instante, aunque no sucedió nada mágico en el aire, sintió una energía surgiendo de su interior.

El volcán comenzó a temblar ferozmente, pero Aureliano, con su fe y su esfuerzo, levantó su voz.

"¡Animales! ¡Unámonos!" - gritó. "Con nuestra fuerza juntos, podemos encontrar una manera!"

Animales de todas las formas y tamaños comenzaron a unirse, creando un resonante cántico. Encerraron sus energías y en un momento increíble, el volcán retrocedió. Las rocas se detuvieron y todo se calmó.

"¡Lo logramos!" - celebró Aureliano, mientras los animales reían y aplaudían.

Finalmente, Aureliano se dio cuenta de que aunque su varita mágica no funcionara, su valor, su amor y su disposición para ayudar a los demás, habían sido la verdadera magia.

"Gracias a todos ustedes, podemos siempre encontrar fuerza en la unidad y el compromiso" - les dijo, emocionado.

Desde entonces, ese fantasma loco siempre fue conocido como protector de la pradera. La varita permaneció en la cueva, pero Aureliano sabía que el verdadero poder estaba en el espíritu de todos los habitantes de la pradera.

FIN.

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