El Fantasma que Asusta a Fantasmas
En un pequeño y antiguo castillo al borde del bosque, vivía un fantasma llamado Pelayo. Pero a diferencia de otros fantasmas que asustaban a los humanos, Pelayo tenía un don peculiar: ¡asustaba a otros fantasmas!
Un día, Pelayo decidió recorrer el castillo en busca de sus amigos fantasmas, a quienes rara vez podía encontrar. "¡Hola, hola!" -gritó Pelayo mientras flotaba por los largos pasillos. A su alrededor, el eco de su voz resonaba, pero no había señales de sus amigos.
"¿Qué te pasa, Pelayo?" -lo saludó un fantasma viejo llamado Ruperto, que estaba sentado en un rincón oscuro, luciendo un poco triste. "¿Por qué no asustas a los humanos como nosotros?" -preguntó Ruperto. Pelayo respondió rápidamente, "Es que me divierte más asustar a fantasmas. ¡Vamos, unámonos a hacer una travesura!"
Ruperto, aunque intrigado, dudaba. "A ver, ¿qué tenés en mente?" -preguntó con curiosidad. Pelayo sonrió y le propuso una idea: "¡Vamos a asustar a los fantasmas del ala este del castillo! Son los más miedosos de todos y siempre se asustan de nada. ¡Va a ser tan divertido!"
Así que, intrigados por la idea, Pelayo y Ruperto se dirigieron hacia el ala este. Allí, se encontraron con dos fantasmas jóvenes, Sofía y Valentín, quienes estaban jugando a las cartas. Pelayo se preparó para asustarlos. "¡Boo!" -exclamó mientras hacía una mueca aterradora que había practicado.
Sofía y Valentín gritaron y saltaron, pero en lugar de aterrorizarse, comenzaron a reír. "¡Qué miedo, Pelayo!" -dijo Sofía entre risas. "Espera, ¡vamos a asustarte a vos!" -Valentín se escondió y de repente apareció detrás de un viejo armario. "¡Boo!" -gritó.
Pelayo se sintió sorprendido y, en lugar de asustarse, terminó riendo con ellos. "¡Ah! ¡Eso estuvo bien!" -gritó entre carcajadas. Entonces, comenzaron un juego de asustarse unos a otros, disfrutando la diversión.
Mientras más jugaban, más descubrían que podrían hacer cosas juntos. "Oigan, ¿por qué no hacemos un espectáculo de sustos?" -sugirió Pelayo. "¡Sí!" -gritaron Sofía y Valentín al unísono. Así, decidieron preparar una función para el resto de los fantasmas del castillo. Cada uno iba a mostrar su mejor “truco” para asustar.
Días después, todos los fantasmas se reunieron en el gran salón del castillo. "¡Bienvenidos al gran espectáculo de sustos!" -anunció Pelayo, emocionado. Los fantasmas empezaron a saltar y a gritar, pero al final no podían contener la risa. Al terminar la función, Ruperto se acercó a Pelayo. "No solo has asustado a otros fantasmas, ¡los has hecho felices! ¿No te parece que eso es lo más importante?"
Pelayo asintió. "Tienes razón, Ruperto. Tal vez no necesitemos asustar a los humanos solo porque somos fantasmas. Podemos ser alarmantes de una manera feliz!" -dijo, viendo que sus amigos habían encontrado una manera de disfrutar todos juntos.
Y así, Pelayo se convirtió en un fantasma único que, en lugar de asustar a los vivos o a sus amigos fantasmas, se dedicó a hacerlos reír y unirse en torno a la alegría. El castillo se llenó de risa, historias y diversión.
Desde entonces, Pelayo y sus amigos encontraron un nuevo propósito: asustar solo cuando todos pudieran disfrutar de un buen susto, mostrando que la amistad y la risa son mucho más importantes que cualquier miedo. Y así, el antiguo castillo se convirtió en el lugar más divertido para todos los fantasmas, llenándose de historias y risas, donde el miedo y la tristeza fueron reemplazados por la alegría y la camaradería.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.