El Fantasma Tímido


Tomás era un niño curioso y soñador que vivía en un pueblo pequeño. Le encantaba explorar y siempre encontraba cosas interesantes en su camino.

Un día, mientras jugaba en el parque, Tomás descubrió una casa antigua y abandonada en el borde del pueblo. La casa estaba cubierta de polvo y telarañas, pero a pesar de su aspecto abandonado, Tomás se sentía atraído por ella. Decidió investigar por su cuenta.

Al entrar a la casa, Tomás notó que el ambiente parecía diferente, como si hubiera algo más en ese lugar. De repente, escuchó un susurro proveniente de una habitación en el piso de arriba.

Con algo de miedo, subió las escaleras y allí, en un rincón oscuro, vio a un fantasma tímido. El fantasma parecía triste y solitario. Tomás, a pesar de estar sorprendido, no sintió miedo. En cambio, se acercó al fantasma y le preguntó qué le sucedía.

El fantasma, llamado Lucas, le contó a Tomás que se sentía invisible y que nadie en el pueblo parecía notar su presencia. Tomás comprendió cómo se sentía Lucas, ya que a veces también se había sentido solo. Decidió ayudar al fantasma a hacer amigos.

Juntos, idearon un plan para llamar la atención de los habitantes del pueblo. Organizaron una fiesta en la casa abandonada y enviaron invitaciones misteriosas a todos. La noche de la fiesta, la casa brillaba con luces y risas.

La gente del pueblo, curiosa por conocer el misterioso lugar, acudió a la fiesta. Cuando entraron, se sorprendieron al ver al fantasma Lucas disfrutando de la música y el baile junto a Tomás.

A partir de esa noche, el pueblo aceptó a Lucas como uno más y siempre le dedicaban una sonrisa cuando lo veían. Tomás aprendió que la amistad puede romper cualquier barrera, incluso la de la vida y la muerte.

Desde entonces, la casa abandonada se transformó en un lugar de reunión para todos, y el fantasma tímido ya no se sentía invisible. Él y Tomás se convirtieron en amigos inseparables.

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