El Fantasmal del Parque Mendoza



Era una calurosa tarde de verano en Mendoza, y todos los chicos del barrio estaban jugando en el parque. Entre ellos estaba Lucas, un niño de ocho años con una imaginación desbordante. Lucas disfrutaba de explorar, inventar historias y soñar con aventuras. Sin embargo, había algo que le daba miedo: el viejo árbol que estaba al final del parque. Los chicos decían que estaba habitado por un fantasma conocido como el —"Fantasmal"  y que era el guardián de ese lugar.-

Un día, mientras jugaban al escondite, Lucas decidió que era hora de enfrentar su miedo. Cuando llegó su turno de hacerse el buscador, tomó aire y se dirigió hacia el árbol. Mientras caminaba, recordó lo que su abuela siempre le decía: "Los fantasmas solo asustan a quienes se asustan de ellos". Nuestros miedos pueden convertirse en descubrimientos maravillosos si los enfrentamos.

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Pronto se dio cuenta de que no estaba solo. Subido en una rama, una pequeña figura blanca lo observaba. Era una especie de fantasma, pero lucía más como un muñeco de trapo que una criatura aterradora.

"Hola, pequeño" - dijo el Fantasmal, con una voz suave y amable. "No temas, no quiero hacerte daño".

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Lucas, sorprendido, respondió: "¿Qué eres?".

"Soy el Fantasmal del Parque Mendoza. Solía ser un niño como tú, pero ahora cuido este lugar. Me encantan las aventuras, pero me siento solo aquí porque todos me temen".

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Lucas sintió curiosidad y decidió sentarse en una piedra cerca del árbol. "¿Por qué no te asomas un poco? Quizás no asustarías a otros chicos".

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El Fantasmal sonrió, y aunque su apariencia era etérea, sus ojos jugetones brillaban. "He intentado, pero todos se espantan y huyen".

"¿Y si organizamos una gran aventura para mostrarles que no eres malo?" - sugirió Lucas. "Podrías ayudarnos a crear un juego en el parque, algo que haga que se sientan emocionados en lugar de asustados".

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El Fantasmal iluminó su rostro. "¡Esa es una excelente idea!"

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Lucas y el Fantasmal comenzaron a planear un evento especial. Al día siguiente, invitaron a todos los chicos del barrio a una "Búsqueda del Tesoro Mágica" en el parque. Las pruebas que prepararon, aunque estaban diseñadas para dar un toque de misterio, también llevaban mensajes de amistad y valentía.

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Cuando llegó el día del evento, todos los chicos se presentaron, incluidos los más temerosos. Lucas, nervioso pero decidido, anunció: "Hoy conocerán al Fantasmal del Parque Mendoza. Es un guardián, y no deben tenerle miedo".

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Los niños se miraron entre ellos, algunos dudando, pero la curiosidad ganó.

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El Fantasmal apareció desde detrás del árbol, esta vez con una cortina de luces brillantes. Los niños quedaron boquiabiertos. "¡Hola, amigos!" - saludó con una sonrisa. "Los invito a esta aventura mágica".

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Emocionados, todos comenzaron a buscar pistas, seguir mapas y resolver enigmas, mientras Lucas guiaba a sus amigos, contándoles sobre la historia del parque y del Fantasmal que lo cuidaba.

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Con cada pista resuelta, los niños se reían y se divertían, y el Fantasmal se convirtió en parte del juego, mostrándose cada vez más y participando en las actividades.

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Al final del día, los chicos encontraron un tesoro lleno de dulces y juguetes, y, para su sorpresa, también una carta escrita por el Fantasmal.

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"Gracias, amigos, por darme una chance. Desde hoy, siempre tendrán un amigo que los cuidará en este parque".

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La alegría reinó en el parque, y todos se dieron cuenta de que el miedo había desaparecido.

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Desde ese día, los niños ya no temieron al Fantasmal; al contrario, lo esperaban con ansias para jugar juntos. Lucas entendió que enfrentar sus miedos le había traído no solo amigos, sino también una nueva aventura, desafiando su imaginación y construyendo lazos de amistad.

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El Parque Mendoza nunca fue el mismo después de aquel mágico día. Y Lucas aprendió que a veces, lo que más tememos es, en realidad, una oportunidad esperando a ser descubierta.

FIN.

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