El faro de la amistad


la costa, Mateo se encontraba en lo alto del faro, observando el horizonte con atención. Sabía que su deber era mantener la luz encendida para guiar a los barcos perdidos en la oscuridad.

De repente, escuchó un ruido proveniente de abajo. Se asomó por la ventana y vio a un niño pequeño temblando de frío. Sin pensarlo dos veces, descendió rápidamente las escaleras y abrió la puerta.

"¡Hola, señor! ¿Podría darme refugio? Me he perdido en esta tormenta", dijo el niño con voz débil mientras sus dientes castañeteaban. Mateo no podía dejarlo afuera en ese clima tan despiadado. Lo invitó a entrar y le ofreció una taza de chocolate caliente para calentarse.

"Gracias, señor", respondió el niño mientras sostenía la taza entre sus manos heladas. El anciano notó que el niño llevaba consigo una mochila llena de libros. Curioso, le preguntó qué estaba haciendo solo en medio de la tormenta.

"Soy Esteban y soy un aventurero literario. Viajo por el mundo buscando historias mágicas y emocionantes", respondió el niño con entusiasmo. Mateo sonrió y decidió compartirle una historia sobre el faro:"Hace muchos años, este faro era solo un sueño en mi corazón.

Un día decidí construirlo yo mismo para ayudar a los navegantes a encontrar su camino seguro hacia casa".

Esteban quedó fascinado por esa historia y decidió pasar unos días junto al anciano para conocer más sobre el faro y escuchar más historias inspiradoras. Los días pasaron y Mateo le enseñó a Esteban todo lo que sabía sobre la construcción y el mantenimiento del faro.

Juntos, subían al punto más alto de la torre todas las noches para encender su luz brillante. Una noche, mientras estaban en lo alto del faro, Mateo se dio cuenta de que algo andaba mal. La luz empezó a parpadear débilmente, amenazando con apagarse por completo.

"¡Esteban! Necesitamos encontrar una solución rápida o los barcos estarán en peligro", exclamó Mateo preocupado. El niño recordó haber leído un libro sobre electricidad y se le ocurrió una idea. Corrió hacia la mochila, sacó su linterna mágica y comenzó a desarmarla cuidadosamente.

Con habilidad, Esteban reparó los cables sueltos de la lámpara del faro. En cuestión de minutos, la luz volvió a brillar con fuerza en medio de la oscuridad. Mateo estaba asombrado por la inteligencia y destreza del joven aventurero literario.

Sabía que había encontrado un verdadero amigo en Esteban. Desde ese día, Mateo decidió enseñarle todo lo que sabía sobre ser un guardián del faro. Juntos trabajaron duro para mantener viva esa importante labor y asegurar el bienestar de los navegantes nocturnos.

Con el tiempo, Esteban creció hasta convertirse en un hombre valiente e inteligente. Siguiendo los pasos de Mateo, se convirtió en el nuevo guardián del faro, llevando la luz a aquellos que se encontraban perdidos en el oscuro mar.

Y así, la historia de Mateo y Esteban se convirtió en una leyenda en el pueblo.

El faro continuó iluminando las noches oscuras y brumosas, guiando a los marineros hacia casa y recordándoles que, incluso en medio de las tormentas más feroces, siempre hay alguien dispuesto a ayudar.

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