El Festín del Hada de las Flores
Era un hermoso día en el reino de Florencia. Las princesas Isabel Carmen y Lourdes se despertaron con la luz del sol entrando por la ventana de su torre. La emoción llenaba el aire, ya que, desde hacía semanas, se rumoraba sobre el festín del hada de las flores, un evento mágico donde flores brillantes y dulces deliciosos llenaban el bosque.
-Mirame, Lourdes -dijo Isabel Carmen, mientras se peinaba frente al espejo-. ¡Hoy es el día! ¡Vamos a conocer al hada de las flores!
-Sí, hermana -respondió Lourdes, dando saltitos de alegría-. ¡No puedo esperar a probar esos pasteles de miel que dicen que son los mejores del mundo!
Las princesas se prepararon y, tras vestirse con sus trajes más coloridos, partieron rumbo a la Gran Pradera, donde se celebraría el festín.
Cuando llegaron, el lugar era un verdadero espectáculo. Flores de todos los colores llenaban el aire con su fragancia y las mariposas revoloteaban alegremente.
-Y mira, ¡ahí está el hada de las flores! -exclamó Lourdes, señalando a una pequeña figura brillante que danzaba entre los pétalos.
Las princesas se acercaron cuidadosamente, admiradas por la belleza del hada.
-Hola, princesas -dijo el hada con una voz suave como un susurro-. Bienvenidas a mi festín. ¿Están listas para una aventura maravillosa?
-Sí, por favor -respondió Isabel Carmen, mientras Lourdes asentía con la cabeza desesperadamente.
El hada sonrió y, con un gesto de su varita, hizo que unas flores brillantes comenzaran a danzar en el aire.
-Ahora quiero que jueguen con estas flores mágicas. Cada una tiene un poder especial. Elijan una y déjenme saber qué quieren hacer.
Isabel Carmen eligió una flor azul.
-¿Qué poder tiene esta flor? -preguntó.
-Tiene el poder de la amistad -contestó el hada-. Si alguien recibe su néctar, siempre se sentirán como amigos.
Lourdes, emocionada, eligió una flor amarilla.
-¡Yo elijo esta! ¿Qué poder tiene? -preguntó ella.
-Esa flor puede hacer que quienes la consuman sean generosos y compartan todo lo que tienen -dijo el hada.
Las princesas estaban fascinadas con sus elecciones. Comenzaron a jugar con las flores, haciendo que danzaran en el aire y preparándose para probar sus poderes.
Pero entonces, un viento fuerte sopló entre el bosque, haciendo que pequeñas criaturas se asustaran y se dispersaran. Las flores comenzaron a perder su brillo.
-¡Oh no! -gritó Isabel Carmen-. Tenemos que ayudarlas.
-¡Sí! -exclamó Lourdes-. No podemos dejar que el festín se arruine.
Las princesas se miraron y decidieron usar los poderes de sus flores. Isabel Carmen recogió un poco del néctar de la flor azul.
-¡Amistad! -gritó, derramando el néctar en dirección a las flores que estaban asustadas.
Al instante, las flores comenzaron a brillar nuevamente, y los pequeños animales se acercaron.
-¡Bien hecho! -dijo Lourdes, emocionada-. Ahora es mi turno.
Ella tomó la flor amarilla, invitando a todos a unirse y compartir los dulces y postres que habían traído al festín, generando un ambiente de alegría y unidad.
-¡Esto es increíble! -gritó el hada mientras observaba con asombro el resultado del esfuerzo de las princesas. Las flores bailaban de nuevo, y todos en el festín estaban felices.
Después de un rato, el hada se acercó a ellas con una sonrisa.
-Gracias, princesas. Hoy no solo han traído alegría, sino que nos enseñaron el verdadero significado de la amistad y la generosidad. Por eso, les quiero regalar un poco de mi magia.
De repente, un pequeño destello iluminó el lugar, y las princesas sintieron una suave brisa que acariciaba sus rostros.
-Recuerden, cada vez que compartan y se ayuden, siempre habrá magia a su alrededor -dijo el hada, mientras las flores brillaban intensamente.
Las princesas se despidieron del hada con alegría en sus corazones y regresaron al castillo, llenas de recuerdos inolvidables.
Desde ese día, Isabel Carmen y Lourdes no solo celebraron el festín del hada de las flores, sino que compartieron su magia todos los días, recordando la importancia de la amistad y la generosidad en su reino.
FIN.