El Festival de Emociones
En un pequeño pueblo llamado Colorín, vivían muchos niños llenos de energía y sueños. Un día, la profesora Lila anunció un concurso especial: el Festival de Emociones. ‘Vamos a crear un espectáculo donde cada uno de nosotros tendrá que demostrar una emoción a través de nuestra expresión facial, nuestro cuerpo y nuestra voz’, dijo entusiasmada.
Los niños comenzaron a prepararse. En un rincón del aula, Tomás, un niño alegre y siempre sonriente, decidió representar la felicidad. ‘Voy a hacer reír a todos’, pensaba mientras practicaba su salto con alegría.
Al otro lado, Sofía, una niña un poco tímida, decidió que iba a representar la tristeza. ‘Quiero que todos entiendan que a veces está bien sentirse triste’, pensó, mientras se miraba en el espejo y practicaba su mueca melancólica.
Mientras tanto, Luisa quería demostrar el miedo, así que se cubrió con una manta y empezó a temblar, diciendo en voz baja: ‘¡Ay! ¡Qué miedo! ’.
Cada niño se esforzaba mucho para que su emoción se notara. Pero, el día del festival, comenzó a llover, y la mayoría de los niños se sintieron desanimados.
Cuando llegó el momento de las presentaciones, todos estaban nerviosos.
– ‘¡Qué día tan triste! ’ dijo Sofía al ver que el clima no ayudaba.
– ‘No, no es un día triste, ¡podemos hacerlo! ’ exclamó Tomás, tratando de animar a sus amigos.
Así que Tomás tomó la iniciativa y subió al escenario, brillando con su sonrisa.
– ‘¡Hola a todos! Hoy voy a mostrarles la felicidad. ¡Miren mi cara! ’ Y sonrió tan ampliamente que todos empezaron a reír con él. El ambiente se iluminó un poco.
Sofía, viendo esto, se sintió un poco más segura. Decidió que podía mostrar la tristeza de una forma diferente, así que, cuando su turno llegó, apareció con un paraguas y le dijo al público:
– ‘A veces, aunque hay lluvia, podemos encontrar formas de divertirnos. ¡Vengan al baile de la lluvia! ’
Los niños comenzaron a reírse y a bailar alrededor de ella, convirtiendo la tristeza en diversión.
Llegó la hora de Luisa. Ella, nerviosa, pasó al frente con su manta.
– ‘Voy a mostrarles el miedo. Hay cosas que dan miedo, como cuando no sabemos qué puede pasar’, dijo tiembla mientras su voz se hacía más suave.
Los niños la miraban con interés.
– ‘Pero a veces, enfrentar lo que nos da miedo puede ser divertido’, añadió Luisa, al dejar caer la manta y descubrir que estaba vestida como una valiente guerrera. Todos aplaudieron, admirando su valentía.
Al finalizar el espectáculo, la profesora Lila se acercó y les dijo:
– ‘Hoy todos han demostrado que las emociones son parte de nosotros. La tristeza puede ser clara, pero también es un momento para compartir y conectar. La felicidad puede iluminarnos, y el miedo puede hacernos más fuertes. ¡Lo han hecho excelente! ’
Los niños sonrieron orgullosos. Ya no pensaban que la lluvia era algo malo; estaban felices por lo que habían logrado.
En medio de abrazos y riéndole al cielo, entendieron que, sin importar la emoción que se sintieran, juntos podían siempre encontrar la luz en cualquier tormenta. Fue así como el festival no solo fue un éxito, sino también un momento de aprendizaje sobre la importancia de reconocer y expresar sus emociones.
Desde ese día, el pueblo de Colorín siguió celebrando el Festival de Emociones, donde cada año, los niños compartían sus sentimientos en una expresión de amor, amistad y conexión. Y así, todos aprendieron que las emociones son colores que hacen que la vida sea más hermosa.
FIN.