El Festival de Identidades



Era un caluroso día de diciembre en la Escuela Rural Número 7, ubicada en el pintoresco Paso del Bote. Los alumnos estaban alborotados, corriendo por el patio, llenos de entusiasmo por el festival de fin de año que se avecinaba. Esta vez, el tema del festival sería 'Danzas Típicas del Uruguay', y todos estaban listos para mostrar su identidad a través de su cultura.

La maestra Clara, una mujer apasionada por la enseñanza, reunió a sus alumnos en el aula.

"¡Chicos! Este año vamos a hacer algo muy especial para nuestro festival. Vamos a aprender y presentar danzas tradicionales uruguayas", anunció con una sonrisa.

Los niños comenzaron a murmurar entre ellos, con la curiosidad brillando en sus ojos.

"¿Danzas tradicionales? ¿Como el candombe?", preguntó Lautaro, un niño inquieto que siempre quería saber más.

"Exactamente, Lautaro. Aprenderemos sobre el candombe, la chacarera, y otras danzas, y cada uno podrá elegir alguna para presentar en el festival", explicó la maestra.

Los alumnos se pusieron manos a la obra. Cada uno eligió una danza y comenzó las prácticas. Sofía eligió el candombe, así que se propuso investigar sobre su origen.

"¡Chicos, el candombe viene de los afrodescendientes y es muy importante en nuestra cultura!", exclamó Sofía emocionada durante un descanso.

Los demás la miraban asombrados. Fue entonces cuando Agustín, un niño tímido, decidió que también quería unirse a la presentación del candombe.

"¿Puedo bailar con ustedes? No sé nada sobre el candombe, pero me gustaría aprender!", dijo, su voz temblando un poco.

Sofía y Lautaro se miraron y sonrieron.

"¡Por supuesto, Agustín! Todos podemos aprender juntos", respondió Lautaro.

Pero a medida que se acercaba el día del festival, Agustín comenzó a dudar de sí mismo.

"Chicos, la verdad es que creo que no puedo hacerlo. No sé bailar bien, y todos ustedes son tan talentosos…", confesó angustiado.

"¡No digas eso!", le dijo Sofía. "El candombe no se trata solo de bailar. Se trata de expresar lo que sentimos y de la comunidad. ¡Y tú eres parte de nuestra comunidad!"

Las palabras de Sofía iluminaron el rostro de Agustín. Con más confianza, continuaron practicando juntos.

Finalmente, llegó el día del festival. El patio de la escuela estaba decorado con banderas uruguayas y mesas llenas de comidas típicas. Las familias comenzaron a llegar, llenando el aire con risas y murmullos de emoción.

Mientras los primeros grupos de danzas se presentaban, el corazón de Agustín latía rápido.

"¡Y ahora, un número especial de candombe, presentado por los alumnos de la Escuela Rural Número 7!", anunció la maestra Clara desde el escenario.

Sofía, Lautaro y Agustín tomaron una profunda bocanada de aire y se alinearon en el escenario. Las tambores comenzaron a sonar, y poco a poco, se integraron a la danza.

"¡Vamos, Agustín!", gritó Lautaro mientras giraban y movían los pies al ritmo de los tambores.

Lo que comenzó como nervios se transformó en pura alegría. Agustín sintió el ritmo a través de su cuerpo y comenzó a bailar con pasión. Las familias los observaban con orgullo.

Al finalizar su número, el aplauso resonó en el aire, llenándolos de felicidad.

"¡Lo hiciste, Agustín! ¡Fue increíble!", exclamó Sofía, abrazándolo.

"No puedo creerlo. ¡Fue genial!", dijo Agustín, radiante.

Después del festival, todos se reunieron para disfrutar de un pericón, uniendo a toda la comunidad en un baile de celebración. La maestra Clara los miraba con lágrimas de felicidad.

"Chicos, ustedes no solo bailaron, sino que mostraron que la identidad y la cultura nos unen y nos hacen más fuertes. ¡Estoy muy orgullosa de ustedes!"

Aquella noche, bajo las estrellas, la Escuela Rural Número 7 no solo festejó el fin de año. Celebraron su identidad, su cultura y el poder de la comunidad que habían construido juntos. Desde ese día, Agustín nunca olvide que todos tienen un lugar en el baile de la vida.

FIN.

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