El festival de la libertad



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Juguetera, donde vivían muchos niños felices. Pero había algo que les preocupaba: el alcalde del pueblo, Don Autoritario, siempre les decía qué hacer y cómo comportarse.

Un día, en la escuela de Villa Juguetera, los niños estaban cansados de seguir todas las reglas del alcalde. Querían ser libres para jugar y divertirse como ellos quisieran.

Así que se reunieron en secreto en el patio de la escuela para planear algo especial. -¡Amigos! -exclamó Tomás, el líder del grupo-. Estoy harto de que Don Autoritario nos diga qué hacer todo el tiempo.

¿No les gustaría desafiarlo y demostrarle que podemos tomar nuestras propias decisiones? Los demás niños asintieron emocionados con la idea. -¡Sí! ¡Vamos a mostrarle que somos capaces de ser responsables y divertirnos sin su permiso! -dijo Sofía con determinación. Así comenzó su aventura.

Los niños decidieron organizar un festival de juegos sin pedirle permiso al alcalde.

Cada uno tenía una tarea específica: Tomás se encargó de construir una pista para carreras; Sofía preparó un gran tablero para jugar a la rayuela; Juanito organizó una competencia de saltos; Valentina decoró todo con hermosas banderas coloridas. El día del festival llegó y los niños estaban nerviosos pero emocionados. El lugar estaba lleno de risas y alegría mientras todos disfrutaban de los diferentes juegos y actividades. Incluso algunos padres se unieron a la diversión.

Pero de repente, Don Autoritario apareció en el festival con una expresión de enfado en su rostro. Todos los niños se pusieron nerviosos al verlo.

-¡Deténganse inmediatamente! ¿Quién les dio permiso para hacer esto? -gritó el alcalde con voz autoritaria. Tomás, sin embargo, decidió enfrentarlo valientemente. -Don Autoritario, hemos organizado este festival para demostrarle que somos capaces de divertirnos y ser responsables sin su permiso. Estamos cansados de seguir todas sus reglas todo el tiempo.

Queremos tener nuestra propia voz y tomar nuestras propias decisiones. El alcalde quedó sorprendido por la valentía y determinación de Tomás. Miró a los demás niños y notó cuánto disfrutaban del festival.

Después de un momento de reflexión, Don Autoritario sonrió y dijo:-Tienen razón, niños. A veces me he dejado llevar demasiado por mi papel como alcalde y no he escuchado sus voces ni considerado sus necesidades. Me disculpo por eso.

Los niños se miraron entre sí, sorprendidos por las palabras del alcalde. Pero luego sonrieron y aceptaron su disculpa. Desde ese día, Don Autoritario comenzó a involucrar a los niños en la toma de decisiones del pueblo.

Les pidió ideas sobre cómo mejorar Villa Juguetera y permitió que tuvieran más libertad para jugar y divertirse como ellos quisieran. Así, los niños aprendieron la importancia de desafiar las reglas injustas cuando es necesario y cómo trabajar juntos para lograr cambios positivos.

Y Villa Juguetera se convirtió en un lugar aún más hermoso y divertido, donde todos los niños tenían la oportunidad de ser escuchados y ser ellos mismos.

FIN.

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